Los científicos más conservadores han calificado al año actual como uno de los más calientes de la historia de la humanidad, o al menos, desde que se tienen datos sobre el tema. Sin lugar a duda, una entre las muchas causas ha sido el alto nivel calorífico que el cine de autor ha aportado al medio ambiente. Ha habido mucho y para todos los gustos.

Si por categoría de atracción y edad, la francesa Love ha sobrepasado todo las durezas de la censura para poder estrenarse, sin ser clasificada directamente como pornográfica y quedarse con un mayores de 16, es por una buena causa, sus escenas de amor eran muy porno y las de sexo eran absolutamente románticas (momento de climax: eyaculación frente a la cámara en gran primer y con gran detalla, perdón, detalle).

Lo más divertido de todo es que los que se deben reír un buen rato de estas clasificaciones por edades son los jóvenes, viendo lo que hemos observado en la gran pantalla. Si The Smell of Us comenzaba el añito con grandes acrobacias (y no exactamente en skate), el año se cerraba con un gran Bang Gang juvenil, sin culpa alguna y prolongado (juventud, divino Viagra). Momento climax: una orgía en la que costaría encontrar un elefante dada la afluencia e intensidad.

Las chicas son guerreras, también entre ellas, y se lo han pasado de maravilla en 2015. Sensualidad, cuerpos al sol, vestuario transparente (Bilitis no andaba lejos), el verano de Sangaile fue un soplo de amor femenino, tan refrescante y luminoso como necesario.

De las jóvenes volvíamos a pasar a las más maduras con la pareja del Duque de Borgoña que, evidentemente no necesitan a ninguna criatura de sexo masculino excepto para disecarla. Una de las películas más morbosas del año con sedas bien ajustadas, corpiños que impiden, y quitan, la respiración, y unas cadenas tan bien utilizadas que Pirelli debería contratarlas de inmediato.

De nuevo, los hombres han seguido ampliando el imaginario estético-virginal-canallesco con muestras continuas de que la moda está para quitarse del cuerpo a la menor ocasión. Cuerpos serranos, naturales, menos formateados y más libres en un 2015 en que parece que se ha frecuentado tanto las salas de cine como los gimnasios.

Eisenstein se nos fue a México y no se quería volver, ni harto de tequila, a su fría Rusia. Motivo: un producto nacional que le retenía a base de inteligentes conversaciones (el cerebro es el órgano sexual, por excelencia) y otras actividades tan creativas como excitantes. Y es que este año el cine latino se ha salido, literalmente, en todos los aspectos.

En la gama de los grises poseía más color de que prometía y unos despertadores del protagonista que anunciaban unos agitados sueños. Más química desde un lado que desde el otro, lógico en una historia típico de quiero pero no puedo pero como me gustaría poder y querer.

Y para terminar este Hotísimo anual no podía faltar otra producción latina, un verdadero compendio de las leyes del deseo en su más libre expresión y su mejor aún exposición. Cuatro lunas nos convenció de un hecho: el deseo no desaparece nunca, es infinito, y se transforma con el tiempo (y si no que se le pregunten a los protagonistas de 45 años).

Un 2015 marcado por dos tendencias que alegran el corazón y animan el espíritu: el cine ha representado todas las edades (se acabaron las escenas de sólo los 25-35 años) y se aleja de los estereotipos de cuerpos esculturales. Ha habido de todo como en botica, como se suele decir, y para todos, sobre todo, en la trastienda. Pasen y vean.