El cineasta Fellipe Barbosa no decepciona. Si su ópera prima, Casa Grande, era intensa, potente y arriesgada, su segundo largometraje, Gabriel y la montaña, presente en la Sección Oficial de la Seminci, la supera en intensidad confirma su buen saber cinematográfico e, incluso, la supera en intensidad (ya logró dos premios en la Semana Internacional de la Crítica del último festival de Cannes).
Desde lo más íntimo y conocido, el protagonista del film era amigo suyo, el cineasta brasileño, a partir de la cámara de fotos y los escritos de su compañero de clase, crea una historia que nos plantea el rol del viajero actual, el papel del turismo y la huida perpetua de los occidentales en tierras tan ajenas a su cultura, como la africana.
Gabriel Buchmann se encuentra en un momento clave de su vida. Dubitativo ante la elección de su futuro profesional, decide partir un año sabático y recorrer el continente africano, viviendo como los “locales”: desde su comida tradicional, alejado de los grandes hoteles destinados a los turistas, hospedándose con los lugareños o adoptando su vestimentaria folclórica.
Un ser lleno de contradicciones: empático sin límites, pero también orgulloso de su condición de pertenencia al mundo más desarrollado, convencido de que él también puede vivir en África como cualquiera que haya nacido en ese continente, y desdeñosos ante las recomendaciones básicas de seguridad que cree “destinadas a los otros…a los turistas”.
Un retrato fascinante que, a partir de un simpático, amable y encantador personaje, no deja de también de interrogar al público sobre la pretendida superior del mundo civilizado y nuestras actitudes hacia los denominados, de forma políticamente correcta para no herir susceptibilidades, países en vías de desarrollo. Lo brillante de Fellipe Barbosa es no caer en una hagiografía pese a tratarse de un amigo suyo.
Aparte de un rodaje digno de una pesadilla de Klaus Kinski, como por ejemplo, las 18 horas a pie para escalar el inmenso Uhuru, el pico más alto del Kilimanjaro, a 5.800 metros de altitud (en el que los guías recomiendan no pasar más de diez minutos), Fellipe Barbosa ha tenido la brillante idea de mezclar a los, pocos, actores profesionales (como el excelente protagonista João Pedro Zappa), con los verdaderos personajes que Gabriel se cruzó en su odisea africana. El resultado, una mezcla entre ficción y realidad, que fascina. ¿Cómo se portará el jurado de la Seminci con esta película? El suspense acabará en sólo unos días.