Una pareja de ciervos en un milenario bosque fascinante de una infinita belleza. Él, con su gran cornamenta y una mirada inquieta escrutando cualquier movimiento, frente a ella, ágil, serena y tranquila. Tras estas suaves y ensoñadoras imágenes, la película encadena los siguientes planos con unas reses en un matadero que van a morir de un instante a otro. Prometedor comienzo del último Oso de Oro del festival de Berlín, en una película que se resume en sus cinco primeros minutos: una belleza inquietante y un continuo suspense.
Personalmente perdida de vista desde finales de los 80 (cuando la realizadora y guionista húngara logró la Cámara de Oro de la sección, Una Cierta Mirada, del Festival de Cannes 1989, con la historia de dos gemelas en la sublime, Mi siglo XX), Ildikó Enyedi regresa con fuerza a las pantallas europeas con esta apasionante e imprevisible historia.
Tras la primera sorpresa, la fuerza de la pareja protagonista se impone por su propio peso. El dramaturgo e importante editor en su país, Géza Morcsányi, encarna aquí al director del matadero, un hombre educado, sensible y abierto al mundo aunque, ya cansado de sus relaciones amorosas, retirado del mundanal ruido de la seducción. Frente a él, como la cierva del sueño, la nueva directora de calidad, la alucinante actriz, Alexandra Borbély, rigidez psicológica de armas tomar, maniaca, distante e introvertida. Dos seres que parecen no tener nada en común.
Sin embargo, la imaginación de la cineasta no tiene límites y basándose en unos versos de la poetisa Ágnes Nemes Nagy (traducción libre “El corazón, llama que vacila,/ el corazón, enredado en espesas nubes de nieve,/ y al mismo tiempo, en su interior, los copos se consumen al caer,/ como las eternas llamas de los reflejos de los destellos de la ciudad”), nos va introduciendo en un universo muy particular.
Ambos comparten algo, muy importante e íntimo, que por casualidad, como siempre en la vida, acaban descubriendo. Y ese algo (qué difícil no hacer spoilers con esta película) los acercará, iluminará el brillo de su mirada, por primera vez desde hace mucho tiempo, y cambiará sus vidas.
En cuerpo y alma es un choque visual con unos impresionantes planos de una alucinante construcción (fíjate en los últimos tres fotogramas…bárbaro), una invitación a ver más allá de la primera impresión, un merecidísimo premio a un cine, nada perezoso, que reconforta el espíritu y una búsqueda de la poesía en un mundo deshumanizado, que nos invita, a lo más subversivo que puede existir hoy en día, vivir lo soñado. Yo, que tú, no me la perdería.