Corren ríos de tinta sobre el Benidorm Fest y no es para menos. Ante la indignación resentida por la mayoría de sus seguidores, el debate se ha centrado, en su integridad, en buscar un responsable de tal despropósito: irresponsabilidad de los jurados, jurado demoscópico no representativo, tongo orquestado… Cualquier compensación al malestar provocado hubiese sido poco, sin pensar que el problema, como siempre, viene desde el principio.
Las bases que regulan la elección de la canción y representante de España en Eurovisión 2022 establece en su segunda fase, ‘una valoración de las propuestas presentadas por un Jurado de RTVE, compuesto por profesionales del ente y de la industria musical’. El tema ‘SloMo’ no debería haber pasado ni esta fase previa.

El mencionado Jurado de RTVE que evaluó las propuestas debería justificar su elección. Una letra así es extremadamente machista, transmite un mensaje impresentable para todas las mujeres, y en general, para toda la sociedad. Cualquier propuesta que admita ese jurado puede representar a este país, y por tanto dicha elección debería basarse en los VALORES que defendemos para nuestra sociedad y queremos mostrar al resto de países: igualdad, respeto y diversidad. La letra de la canción es indignante y vergonzosa.
O al menos, que lo ocurrido en esta edición del Benidorm Fest sirva para no repetir los mismos errores en el futuro. Lo que no impide reconocer la calidad y profesionalidad de Chanel. Una artista extraordinaria, excelente cantante y mejor bailarina, repleta de talento y carisma.
Toda creación artística está destinada a producir imágenes que nuestras retinas retengan el mayor tiempo posible, ya sea una canción, un espectáculo o el cine. En un país, que dedica tan poco esfuerzo y atención a educar en la imagen a sus ciudadanos, produce estos catastróficos resultados.
Si la letra es impresentable, veamos lo que la actuación ha conseguido con ella. Una coreografía, expresión visual, sirve para realzar, mitigar o contraponerse al sentido de la expresión oral, la letra de la canción. Aquí llegamos al virtuosismo de la manipulación de la imagen en la actuación.
El número comienza con tres hombres y la artista sale por detrás (detalle importante) de uno de ellos. Diez segundos después ya está en las manos de los hombres totalmente expuesta y despatarrada. Los 30 primero segundos el equipo de bailarines la rodea todo el tiempo, encerrada literalmente en un triángulo, en la que ella está en el centro.
Para equilibrar la actuación, llegan dos bailarinas. Si ellos llevan pantalones negros largos, ellas por supuesto no siguen el equilibrio visual y visten unos bañadores cortísimos. Cuando Chanel baila con sus compañeras femeninas, estás nunca la rodean, siempre están frente al público (exhibición) o en fila india (mensaje: todas las mujeres son iguales).
Pero el summum del machismo de la letra y el neardentalismo de la coreografía no tarda en llegar. Cinco segundos de actuación antológicos (entre 2’ 15’’ y 2’ 20’’): las tres mujeres acaban a cuatro patas, pero ellos no, por supuesto. Ellos siguen de pie y ellas arrodilladas, en el suelo. Iconografía tan potente, en negativo, como lo fueron la mujer embarazada de Rigoberta Bandini (que apela al imaginario de todas las icónicas esculturas rupestres de fertilidad), o los dos hombres bailarines con falda y ellas, las Tanxugueiras con pantalones, y los de Rigoberta con top (como sus compañeras de actuación). Todo ello imágenes que envían mensajes positivos de restablecimiento de equilibrio de roles, imagen de diversidad…
RTVE debe curar, de inmediato, su esquizofrenia al denunciar por la noche la violencia machista en sus telediarios y escogiendo una propuesta tan machista y retrógrada, como la letra de ‘SloMo’. No es una simple canción que va a Eurovisión. Se trata de la imagen y valores que deseamos para nuestra sociedad y su futuro (basado en el respeto, la igualdad y la diversidad de todos y todas), y la imagen que proyectamos al resto de los países. Todavía hoy, en 2022, teníamos unas propuestas brillantísimas, que podrían haber servido de nuevos referentes, y nos hemos vuelto a equivocar. ¿Hasta cuándo vamos a seguir así?