‘The Watching Machine’, de Macarena Recuerda Shepherd, la inocencia de la mirada


En nuestro tiempo de invasora electrónica, realidad virtual y triunfo de lo accesorio, Macarena Recuerda Shepherd vuelve su mirada atrás para recrear el futuro. Como un ingenioso Georges Méliès regresando a la esencia de la ilusión y del artilugio, la artista performativa reactualiza las ‘máquinas de mirar’ concebidas hace siglos.

El público del siglo XIX era un ávido consumidor de los trucos visuales. Espejos deformantes, proyecciones sobre placas pintadas, sombras chinescas, efectos de humo, sonidos estridentes y fantasmagorías varias, hacían las delicias de un espectador que entraba, sin ser consciente de ello, en la modernidad.

El cine, con su técnica de reproductibilidad técnica, fijó hace ya una docena de décadas la representación, para crear una imagen que pudiese difundirse sin límite en el tiempo y de la misma manera que se había creado y concebido en su origen. No existía posibilidad alguna de variación. El nuevo mundo de la técnica congelaba para siempre a los fantasmas del pasado y los condenaba, o salvaba, a vivir eternamente en la retina del público.

Macarena Recuerda Shepherd, en su espectáculo ‘The Watching Machine’ dentro del festival LABOXL de San Sebastián, apela a la inocencia de la mirada del espectador. Invita a redescubrir la virginidad del mirar cuando ya lo hemos visto todo. Además, un millón de veces. Y funciona. Nuestra capacidad de ensoñación no tiene límites, aunque a veces esté adormilada o en letargo por la acumulación visual sufrida por la omnipresencia de las imágenes.  

Tras la instalación del artilugio para soñar (en donde las lámparas emiten sonidos y los sonidos se iluminan con la performance de la artista), el público ya se encuentra en estado de disfrutar de los cinco tableaux vivants, que componen la pieza: deformación de perfil con cintas, luces que crean nuevas figuras y diversos monstruos, en forma de insectos inquietantes y un luminoso final.

Como en ‘2001 odisea del espacio’, de Stanley Kubrick, el ser humano ya en el espacio, vuelve a ocupar el centro del universo, casi de una manera mística. Un ser central, brillante y desconcertarte (al mismo tiempo que desconcertado). Una pieza optimista y vital que, en un gesto heroico, nos invita a reconciliarnos con nuestra mirada y a disfrutar, de nuevo, de la ilusión.

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