El Rastro (Spoor), Polonia 2017


Bajo la apariencia de una ensoñadora fábula ecologista, con una protagonista próxima al personaje de la extravagante “mujer del leño” en Twin Peaks de David Lynch, la enérgica y gran directora polaca, Agnieszka Holland, adapta la novela de Olga Tokarczuk a la gran pantalla, para construir una de las películas más políticamente incorrectas del año. Una verdadera delicia en estos tiempos de discursos flácidos y vacías reflexiones.

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Estructurada a través del calendario de caza que abarca todo el año, una mujer vive apartada con sus perros junto a un magnífico bosque. Su plácida existencia, que intenta llevar en comunión con la naturaleza, como un Henry David Thoreau actual, se ve trastornada pro la desaparición de sus dos perras. Agnieszka Mandat-Grabka, premio a la mejor actriz de la pasada edición de la Seminci, no piensa quedarse con los brazos cruzados y, como una Miss Marple forestal, comienza su investigación.

Rodada en unos parajes de ensueño y acompañada por la impagable música del compositor (y actor) Antoni Lazarkiewicz, las desventuras de esta mujer fantástica (llevamos un año de potentes protagonistas femeninas) nos descubren un pequeño pueblo, en que las sanguinarias cacerías de los cazadores caminan junto a la violencia de género, con total impunidad delante de las autoridades del orden terrestre y justificadas, por la inmemorial tradición, por el representante celestial, encarnado en el cura de la parroquia (en Polonia la importancia de la religión permanece anclada aún en la población con gran raigambre).

Agnieszka Holland ha tenido la excelente idea de adoptar un tono ligero y un ambiente de suspense para tratar temas muy duros, que bajo este punto de vista, resultan más llevaderos, sin restarles importancia. La protagonista y sus vecinos (aunque viva apartada no quiere decir que esté aislada de la sociedad) componen una galería de enternecedores o villanos personajes que retratan una realidad, por desgracia, aún existente: la nueva generación, las victimas que se creen culpables, los caciques del pueblo, los corruptos sin remedio…

El Rastro (también Premio Alfred Bauer del Festival de Berlín 2017) arriesga con un final, deliciosamente incorrecto, de los que ya no se ven en el cinema occidental desde hace tiempo. Un epílogo a una guerra que, como dice en un momento la protagonista, empezó hace mucho tiempo y que no tiene visos de acabar en el futuro. Un final que habrá que ver y discutir sobre él…

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