Los buenos directores intuyen el momento en que tienen que cambiar de registro, sin olvidar sus obsesiones. Amat Escalante, como sublime orquestador de ambientes asfixiantes, parece haber cerrado una trilogía (que ha durado 15 años), y emprender, con La región Salvaje, nuevos territorios que le permitan plasmar lo que, hasta el momento, ha descrito con excelencia: la radical violencia de su país.
Ya desde su primer cortometraje de 2002 (que seguro se encuentra en internet), Amarrados, plantaba un decorado que serviría de base a sus posteriores largometrajes. Esta historia de abusos sexuales, sobre un niño a cambio de pegamento, contenía: la violencia sexual ejercida sobre la infancia, que se repetiría en su último corto, Esclava (2014), con esa niña de 14 años obligada a prostituirse; la violencia machista, en la figura del novio gringo de la abusadora (nada lejos del fondo de Sangre, su primera película de 2005); y la violencia gratuita (que en Los bastardos, 2008, y sobre todo, en Heli, 2013, figuraban en primer plano, con alguna escena difícil de soportar).
Hasta el episodio de Revolución, 2010, sobre un singular miembro de la Iglesia, el cura Nicolás Colgado, de estética goyesca inspirada en la serie de los Desastres, basada en la historia de un convoy de delincuentes que, tras atacar un pueblo mexicano, se llevaron 50 hombres, que nunca volvieron a aparecer, trata sobre la violencia histórica.
En La Región Salvaje, el cineasta se aleja del drama hiperrealista y violento para adentrarse, con un éxito y hasta delicadeza, en el género fantástico. La realidad mexicana ha superado cualquier límite, porque lo que sólo queda lo sobrenatural, para poder explicarla, como asegura Amat Escalante. Por primera vez, las protagonistas de lo nuevo de Amat Escalante son mujeres, que deciden salirse del yugo machista. Alejandra, ama de casa, y Verónica, una joven que, por coincidencia, conoce a su hermano Fabián, enfermero, cuando ésta va a curarse una extraña herida.
La inmensa destreza este cineasta, para recrear atmósferas inquietantes, roza lo sublime. Desde la primera escena, en la que algo extraterrestre llega a una pequeña aldea mexicana, hasta los primeros encuentros con este “cachondo” alienígena desprenden un alucinante suspense.
La Región Salvaje es una película en la que mujeres y hombres reivindican la posibilidad de una aceptada y placentera sexualidad, sin necesidad de justificación. El alienígena siempre ha sido, en el cine y la literatura, una metáfora llena de posibilidades. Cada uno encontrará en él su propia versión. Pero personalmente creo que como reflejo de una sexualidad machista (pese a que en lo íntimo, no todos los machotes de la película se ven atraídos por bellas damiselas), frustrada, compuesta exclusivamente de órganos sexuales, sin cerebro alguno y que finaliza en la pura violencia, el cineasta no podía haber imaginado mejor metáfora.