Criando ratas, España 2016


El cine de periferia, a fuerza de estrenar una veintena o más de títulos por año, se ha convertido en Francia, en los últimos años, casi en un subgénero del cine negro. Fuertemente apoyado por el conjunto de la crítica y considerado como una creación particular del país (el último y magnífico ejemplo sería Divines, Cámara de Oro del último festival de Cannes), en realidad, tiene su origen, o al menos, una fuerte influencia, en los grandes trabajos cinematográficos de la primera transición española, con maestros como Carlos Saura (mimado por la crítica francesa), Jose Antonio de la Loma o el, injustamente infravalorado, Eloy de la Iglesia.

CR8

Si nuestro país vecino añade poesía y un cierto aliento a sus personajes, pese al obscuro entorno que les rodea, nuestro cine era mucho más desgarrador, realista (incluyendo en muchos casos, a sus verdaderos protagonistas también como actores) y con nuestro particular unamuniano sentimiento trágico de la vida.

Por suerte, (o por desgracia) llegó la década de los 80 y el panorama cambió radicalmente, éramos los más modernos de Europa, los más creativos, los más inteligentes y, evidentemente, los más ricos (con el pico de histerismo colectivo que significó el año 1992) para que el cine aceptase mostrar la miseria y el extrarradio de una realidad, que aún existía, pero que ya nadie quería ver. Y este cine desapareció.

CR7

Los últimos y jóvenes directores, los más sinceros con la realidad social, en la última década han vuelto a esa realidad pero desde otro ángulo. No es la periferia lo que se muestra. El objetivo filmado, analizado y expuesto públicamente son los centenares de proyectos faraónicos y desmesurados de ruinas y proyectos inmobiliarios. Fruto de una ambiciosa especulación que quedaron en el camino de ese falso sueño de grandeza.

En lugar del extrarradio con sus vidas y vecinos hacinados en torres de horribles viviendas, concebidas por desquiciados arquitectos (que sin duda detestan al ser humano y que deberíamos obligarles a vivir en esas celdas que han ideado como hogares), el cine actual denuncia el vacío inhumano de las obras y la obsoleta construcción sin finalizar (inmejorable metáfora de un país en el mismo proceso social).

El director, músico, montador y guionista, Carlos Salado, es el eslabón perdido entre Eloy de la Iglesia y la representación actual de la otra periferia. Mezclando una sublime y espeluznante fotografía de los barrios más duros alicantinos (Colonia Requena, Mil Viviendas y Virgen del Remedio), con la impresionante realidad que crean estos espacios confinados. Por ello no es difícil de explicar su éxito con Criando ratas (título que evoca el mítico Cría cuervos), que por fin se a poder ver en pantalla grande, lugar que le corresponde legítimamente y que sublimará la ingeniosa manera de encuadrar a sus personajes.

Una obra coral en que los machos de barrio, dopados de testosterona, imponen la ley de la calle, a base de trapicheos, tráfico de todo y más, violencia verbal y física y las mujeres aguantan y, en muchas ocasiones, amortiguan el desbordamiento de la presa de frustración que inspira cada una de sus acciones. Sublimes los micro retratos e intervenciones de la madre del protagonista, la tía del más joven de quinquis o la prostituta rusa, con esa triste mirada que fundiría el corazón de El Padrino.

Hay en el cine de Carlos Salado un factor fascinante. Criando ratas, un viaje al universo neoquinqui, se aproxima al drama musical, con sus rumbas, y el perpetuo movimiento de sus protagonistas que no paran ni un segundo. Nuestro particular La La Land, una ciudad SIN estrellas pero muchísimo talento.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s