Difícil conocer la cinematografía íntegra de un país, salvo en este caso. La República de Vanuatu, archipiélago a casi 2000 kilómetros de Australia, se creó en 1980, tras el movimiento independentista que se originó en la década anterior. Y el comienzo de esta nueva cinematografía no puede ser más esperanzador.
Bentley Dean y Martin Butler, dos australianos con casi una década de documentales a sus espaldas y casi siempre la misma obsesión (la difícil convivencia de las tribus aborígenes con el mundo contemporáneo), descubrieron la paradisiaca isla de Tanna (que da título al film) a principios del nuevo siglo. Años más tarde deciden lanzarse a la ficción y la isla vuelve a su memoria.
Una historia, tan antigua como el mundo, en lo que podría ser el paraíso terrenal: una pareja de enamorados de una tribu ancestral decide romper el compromiso de matrimonio de la joven con el guerrero de otra tribu, que aportará paz y armonía a su comunidad, y luchar contra las normas arcaicas que reinan aún hoy por encima de los sentimientos personales.
Una película que, desde el mito literario, de Romeo y Julieta, recuerda a la sublime Tabú, de F.W. Murnau, y tiene un toque muy Jean Rouch, pero que desprende una inmensa fuerza (tan desatada como los elementos naturales de la isla, ese magnífico volcán) y presenta una verdadera originalidad.
Son los protagonistas de la película los que se imponen desde el primer momento. Totalmente creíbles, sinceros ante la cámara, inmersos de lleno en sus papeles, con una naturalidad cautivadora y una presencia real. Tan real como que todos son los verdaderos miembros de una tribu de Yakel de la isla Tanna, que se han prestado a este desafío, basándose sólo en la confianza depositada en los directores. Unos intérpretes que nunca habían asistido a la proyección de un film.
Tanna tiene la fuerza de una historia muy bien contada y de unos magníficos personajes que no necesitan interpretar nada, puesto que están reviviendo lo que han sufrido en sus propias carnes. Verla es como volver a descubrir la espectacularidad del primer cine, que desvelaba ante los atónitos ojos de unos espectadores, aún vírgenes visualmente, nuevos mundos, culturas y lugares de los que nunca antes habían oído hablar.
Tanna representa a Australia en los Oscar de este año, como mejor película en habla extranjera, el juego de coproducciones se lo permite (lo que promete, de ser seleccionada entre las finalistas -lo que no sería nada de extrañar- una alfombra roja con taparrabos y nada de tacones altos). Tanna es realmente de Vanuatu: rodada en su tierra, contando sus historias, interpretada por sus habitantes y, sobre todo, considerada por sus intérpretes como su propia película (como les confirmaron a los directores de Tanna cuando la vieron terminada).
Buena recomendación.La cinta que esperemos que represente a España «Julieta» he tenido que visionaria dos veces.Si la primera me provocó aprensión, esta segunda vez he sido más indulgente.Pero aún así me parece de lo más descafeinado del autor Manchego.Espero equivocarme porque aunque no me haya gustado demasiado, si reconozco que sería un tanto para España. y sobre todo para las dos columnas vertebrales de la película unas espléndidas Adriana Ugarte y Emma Suárez.Un saludo Carlos.
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Querido Valentín. Creo que Almodóvar comienza una nueva etapa con Julieta. Menos golpes de efecto, más contención y, sobre todo, mucho rigor al más puro estilo Bergman. Ellas están alucinantes y a mí me dejo inquieto en la butaca. La película no es amable pero su realización es exquisita. Quizás la autora adaptada no sea lo más cercano a su universo. Veremos la continuación… Hasta pronto, amigo
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