Los Objetos Amorosos, España 2016


Adrián Silvestre, Adrián Silvestre, Adrián Silvestre… Mejor ir reteniendo este nombre en la memoria porque oiremos hablar de él, mucho y muy bien. Cada año un resplandor estalla en nuestra cinematografía e ilumina al espectador. Si el año pasado, Dani de la Torre, con El desconocido, logró un thriller que rayaba la perfección, la cosecha nacional de este año tiene en Adrián Silvestre su mejor representante y, sin lugar a dudas, la mejor ópera prima, Los objetos amorosos, con el estreno más potente y audaz, en el formato del largometraje.

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Maestría narrativa, una poderosa capacidad de dramaturgia, excelente dirección de actrices, hábiles recursos estilísticos, sutil juego entre el documental y la ficción… Adrián Silvestre parece dominarlo todo y sorprende su sólida inspiración y técnica a sus 35 años. Los objetos amorosos es un estallido de inspiración que estalla en la pantalla.

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Su primera película, que podríamos dividir en dos partes, es un portento de puesta en escena. Reconozco que desde su primera escena, Adrián Silvestre seduce por completo. Un tren que llega pero que se para fuera del encuadre. En él llega Luz, inmigrante colombiana, que llega a Roma para ganarse la vida y conseguir el dinero suficiente para poder traerse cuando antes a su bebé de dos años.

Magistralmente interpretada por Laura Rojas Godoy (su ternura, ingenuidad y franqueza atraviesa la pantalla), esta primera parte es un retrato de la migración económica en un formato que roza la técnica documental: planos secuencias con la narración de una de sus compañeras, otra empleada de limpieza en un hotel, de su periplo para llegar hasta el sueño europeo de bienestar, dificultades para alojarse y sobrevivir, en un ciudad, en que todo el mundo se aprovecha de la miseria… con una impresionante fluidez y un tono equilibrado, la llegada e instalación de Luz es sumamente interesante.

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Pero la sorpresa llega con el otro personaje protagonista de la película, Fran (otra fascinante interpretación de Nicole Costa). Luz no quiere sólo trabajar, también quiere vivir, conocer a un buen hombre, enamorarse (sin hablar casi una sola palabra en italiano) y crear un hogar. Y para ello busca en las aplicaciones actuales citas para encontrar a su príncipe azul. La llegada de Fran es un verdadero terremoto en la incipiente vida que se está labrando a duras penas.

Sublime título el del director, Los objetos amorosos, que incita a pensar de inmediato en la obra del filósofo. Erich Fromm, El arte de amar. En ella, el autor halla en el amor, la única solución a la soledad del ser humano y a la separación que le desvincula del otro y del mundo en general.

Luz está realmente enamorada de Fran, con indiferencia de sus circunstancias personales, y por ello, se fusiona con el todo en un proceso de vinculación general (apasionantes las ideas de este director y también guionista, el hijo que pueden tener o la expulsión del paraíso, en forma de villa romana, de la pareja “original”… seamos crípticos para no desvelar la intriga). Por su parte, Fran está más centrado en el objeto amoroso (en este caso, Luz), sin adoptar esta actitud del amor que establece una conexión de la persona con la totalidad de su existencia. ¿O la situación es la contraria? El espectador decidirá.

Al buen gusto y mejor ojo de los programadores de LesGaiCineMad, evidentemente, no se les ha escapado esta joya y la han incluido en su programación de su 21º festival, así como también el Festival de Cine Europeo de Sevilla que la ha seleccionado en su sección, Resistencias (aunque es más bien difícil resistirse a ella).

El final de la película hace eco con ese tren, que llegaba al inicio, pero que no veíamos pararse. La última palabra del guión aún resuena en los oídos y habrá otro tren… (¿una escapatoria, una salvación, un error? – Adrián Silvestre propone y el espectador, encantado y juguetón, decide) que tampoco veremos partir. Y en ese momento es cuando se confirma que ha nacido a los ojos del público un autor con una voz autentica y original con una hipnótica manera de contar sus historias. La sorpresa del año que será una segura confirmación en el futuro. Adrián Silvestre, por favor, quédate. Por mucho tiempo.

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