Impresionante la capacidad de los cineastas rumanos para retratar desde un espacio íntimo unos vicios, y pocas virtudes, del ámbito público de toda una sociedad. Así como jugar con un territorio limitado que en estos tres excelentes films se va reduciendo cada vez más, desde la gran propiedad de Dogs, pasando por un piso, para quedar reducida a al comedor de Sieranevada.
Si una cinematografía coincide en esta sensación de encierro y claustrofobia será porque el ambiente de la sociedad que representa no lo es menos. Si la crítica se ha emocionado ante Sieranevada, personalmente reconozco que el estreno en formato largometraje de Bogdan Mirică, Dogs, es el verdadero descubrimiento de una nueva voz rumana que dará mucho que hablar.

Dogs, con su estética de western violento, duro y profundamente pesimista, comienza con una escena de ensueño y suspense que tanto gusta al espectador: un recorrido por una tierra árida que acaba en un idílico estanque del, repentinamente, flota a la superficie el pie de un hombre. El decorado se instala de inmediato: va a ser difícil mantenerse en pie.
Un joven regresa a la propiedad de su abuelo. Una herencia que le causará infinitos problemas en un territorio en él que todos se creen dueños, aunque no sean propietarios. Un perro que guarda la finca, que se llama Policía, un policía, al borde de la jubilación y algo más, y los capataces y personal de la finca que reivindican, de una manera muy especial, sus antiguos privilegios.
Bogdan Mirică tiene algo de John Ford, una mirada que sabe arropar todo un espacio, y también los recursos de los mejores directores de suspense. Sabe instalar una inquietud que engancha, una acción que sorprende y mostrar lo justo, sin quedarse ni corto ni pasarse demasiado. Un equilibrio que Dogs disfruta en permanencia. La película rumana del año que nadie debería perderse.
Un piso más abajo, de Radu Muntean, inspirándose de un suceso, eriza el vello de los espectadores. Un vecino escucha la violenta discusión de sus vecinos. Ante la duda, decide no hacer nada pero sus sospechas se confirman al descubrirse, al día siguiente, el cuerpo de una mujer asesinada. Pero por si fuera poco, su vecino empieza a visitarle y mezclarse en su vida.
Miradas que matan, silencios que cortan el ambiente, planos secuencias de dicen mucho sobre los protagonistas… Olvídate del cine rumano contemplativo, lo último es sugerente, perverso, crítico y fascinante. Con vecinos así, es para salir corriendo del país.
Sieranevada del confirmado Cristi Puiu se ha llevado todos los elogios de la prensa, justificadamente (pese a su ligera sobrecarga de duración). Aquí es el espacio es mucho más reducido, un apartamento a rebosar, con una familia hambrienta que espera la hora de la celebración del recuerdo de un difunto. Situación más que explosiva en la que estallan teorías de complot, antiguas rencillas, pasados no asimilados y dudosos y una inquietud y malestar que aumenta a una velocidad constante.
Por si no fuera poco, la riqueza del cine rumano no se acaba ahí, todavía queda, otra bomba, Baccalauréat de Cristian Mungiu, y en otro registro muy diferente, L’Histoire de l’Amour del también de origen rumano, Radu Mihaileanu. Peso esas son otras historias. Vaya año el de esta cinematografía tan apasionante.