La Revolución de los Jazmines que comenzó el viernes 17 de diciembre de 2010, cuando el joven universitario Mohamed Bouazizi se quemó a lo bonzo para protestar por la confiscación de su puesto ambulante, y convulsionó el país, no solo aportó un viento fresco al asfixiante ambiente de corrupción generalizada sino que también sentó las bases de una nueva libertad creativa, unas inmensas ganas de contar en el cine lo ocurrido y los cambios que se anhelaban y un renacer del cine de Túnez, que parecía medio dormido desde los años 70.
Si el año pasado la filmografía que sobresalió fue la de Brasil (aunque este año la Banda de Recife sigue haciendo de las suyas), en 2016 le toca a Túnez llevarse el mérito de situarse frente a los focos de los mejores internacionales y gritar que los jazmines también han llegado al cine y tienen la firme intención de quedarse un buen rato.
Excelente muestra de ello es el doble premio en el festival de Berlín para Inhebbek Hedi!, mejor actor, Majid Mastura (en un certamen siendo la presidente del jurado, nada más y nada menos, que Meryl Streep), y mejor primera película para su director, Mohamed Ben Attia. Recompensa que ni sé los años que hacía que se premiaba el cine tunecino.
Hedi, el protagonista de esta historia (aparte de estar absolutamente inimaginable, en una de las más complicadas y mejores interpretaciones del año) es el hermano benjamín de una familia, en la que entre su madre autoritaria y un hermano mayor ausente, dado que emigró y se casó en Francia (idolatrado por su mamá), su espacio de decisión es mínimo, o mejor dicho, inexistente.
Sin ningún rol particular en la casa familiar (donde evidentemente se trasladará al día siguiente de su matrimonio), cumple sin ninguna ilusión su trabajo de comercial, recorriendo la región. Pero lo imprevisible le espera en un hotel, una animadora del balneario le va a cambiar su vida.
Hedi tiene que enfrentarse a la más cruel decisión de su vida: casarse con su prometida, ya a las puertas de una boda inminente, o hacer su propia revolución, enfrentarse a su madre, romper con los esquemas que le han dictado durante toda su vida y marcharse con su bella y divertida animadora del hotel (en la piel de una maravillosa actriz, Rym Ben Messaoud).
Se puede disfrutar Inhebbek Hedi! como una historia más de amor o ir más allá y adentrarse en ella y profundizar en lo que realmente trata: una fina trasposición del momento en que vive el país, tomar un rumbo hacia la libertad o seguir soportando las imposiciones que nos amargan la vida y nos limitan nuestra existencia. Un extraordinario debut de Mohamed Ben Attia en una cautivadora película.
Mientras abro los ojos (À peine j’ouvre les yeux), otra brillante cineasta tunecina, Leyla Bouzid, sitúa la acción de su película en 2010, meses antes de la revolución. A través de la historia de una joven, que con apenas 18 años, se lanza a cantar en un grupo de rock, pese a los recelos que esta situación despierta en su madre, que conoce muy bien los problemas que pueden presentársele a su hija por saltarse las barreras sociales de lo que se considera la buena conducta de una mujer.
Un retrato apasionante que muestra la escena artística y cultural de un Túnez que muchas películas olvidan y que se podrá disfrutar en el excelente EuroArab Film Festival AMAL de Santiago de Compostela, del 24 al 29 de octubre, una semana de cine euroárabe centrado en el papel de la mujer, y que incluye otro palto fuerte, la película jordana, 3000 noches (de la que ya hablaremos próximamente).
Y para completar la riqueza y fuerza del nuevo cine tunecino, otra verdadera joya: Le Challat de Tunis, de Kaouther Ben Hania. Uno de los documentales más divertidos, irónicos y lanzados del año. También ambientando en los oscuros años de antes de la revolución, en este ocasión en 2013, esta inteligente directora se lanza a la investigación del famoso caso de “acuchillador” que se dedicaba a rajar las nalgas de las chicas que osaban vestirse de manera poco ortodoxa.
Entre ficción y realidad, este es el documental que le hubiese gustar rodar a nuestro añorado Berlanga. Creación mediática, invención gubernamental para impedir la liberación de la mujer, hecho diverso, simple y burda manipulación…todo cabe en este Navajero de Túnez.
La parte del video-juego sobre este personaje es uno de los momentos en que más se ha escuchado a una sala reír este año en el cine. Le Challat de Tunis es un verdadero prodigio de inventiva, puesta en escena y creatividad. A la altura de la creación de la filmografía de un país que nos dará muchas sorpresas.