¡Cómo se parecen los dorados años 50 americanos a nuestra época actual! El período que los historiadores sitúan entre el final de la segunda guerra mundial en 1945 y la crisis del petróleo de 1973 (aunque personalmente creo que más bien debería delimitarse hasta mediados de los 60) estuvo marcado por dos grandes acontecimientos.
Un enorme crecimiento económico, igual que en la actualidad, sólo que ahora la desigualdad y desequilibrio es aún más notorio. Incluso el gran robo del siglo, en 2008, no ha reducido sino ampliado los beneficios de empresas, entidades y fortunas personales. La brecha es mayor, más ancha y profunda, como un pozo sin fondo, y la crisis se ha extendido a más capas sociales que, hasta hace unos pocos años, se creían preservadas.
Y por otra parte, la guerra fría de los americanos y rusos se ha convertido en nuestra lucha continua contra el terrorismo, imprevisible y devastador. La misma sensación de peligro permanente y un idéntico perpetuo estado de intranquilidad (o llamémoslo, aparente serenidad) se ha instalado para quedarse por un buen momento.
Por suerte, ante esta sociedad hipócrita, ciega y desigual comenzaron a levantarse voces en contra desde mediados de 1964, se generalizaron con las protestas contra la guerra de Vietnam y ya en 1971 más de 500 000 personas se manifestaron pacíficamente en Washington.
Documentos robados por activistas al FBI en los 1970 (hoy sería Julian Assange y sus publicaciones en WikiLeaks), junto a otros desclasificados, demuestran que EE.UU. acosó y trató de desestabilizar a casi todas las organizaciones contrarias a las ideas del gobierno, asociaciones a favor de los derechos civiles o personas consideradas disidentes (se me ocurren demasiados ejemplos para citarlos).
Carol, la sublime película de Todd Haynes, trata de dos disidentes, que lo son sin saberlo. Therese es una joven ingenua. Todavía nos sabe lo que desea, trabaja como dependiente en unos grandes almacenes de Manhattan (aunque rodada en Ohio por su arquitectura de esa época aún intacta) porque no ha encontrado otra cosa y se marchará, sin duda alguna, en el momento en que pueda. Y lo único que desea es que la dejen decidir sobre su futuro y sobre sí misma. Therese es la nueva América que está empezando a despertar, que nadie mejor que Rooney Mara podía encarnar.
Carol es una mujer madura (más de 30 años en la América del gran capitalismo es ya tener una edad, sobre todo, entre el sector femenino), harta de su matrimonio sin amor, sin ilusión, consciente de que un nuevo sistema acaba. Harta de la hipocresía que la rodea y que la obligaría a conservar el status quo actual sólo por el qué dirán de los vecinos. Diosa Cate Blanchett que deja sin palabras.
Excelente adaptación de la novela de Patricia Highsmith, publicada en 1952 bajo uno de los 40 seudónimos que la autora utilizó en su vida, y en la que el director se permite algunas licencias (la protagonista es fotógrafa en lugar de decoradora de obras de teatro) que sirven eficazmente en la historia y encuentran todo su sentido (las fotografía de Therese son magníficos y románticos fotogramas fijos).
Pero además de una brillante novela y una adaptación de Oscar (nuestra favorita, sin lugar a dudas, en esta categoría), Patricia Highsmith que se inspiró en una experiencia personal, daba un triple salto mortal y sin red. Sus protagonistas no acababan en el psiquiátrico ni suicidándose ni expulsadas de a sociedad. Una auténtica novedad en la literatura de homosexual. Tendrás que verla para saber si Todd Haynes ha decidido el mismo final…
Dejando los “lugares comunes” de las comparaciones con Douglas Sirk (no porque sea el mismo corte de falda es el mismo director), Todd Haynes, que nos había dejado sin película de cine desde el 2007 (menos mal que realizó la genial Mildred Pierce para la televisión en medio), vuelve a filmar un nuevo alegato, extremadamente actual, a favor de la autenticidad personal y de la libertad de elección, como lo lleva haciendo desde su primera película, Poison en 1991. Veinticinco años siendo el disidente más elegante del cine de mañana.
Estimado Carlos:
No te parece que la adaptación de Phyllis Nagy deja fuera lo mejor de la novela? (la persecución del detective en clave road movie) y que Cate Blanchet, es una diosa, como dices, pero demasiado intimidante como para ser verosímil ?…
Un abrazo desde Venezuela.
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Hola amigo,
Si me dejo con ganas de ver en la película la parte más negra de la novela pero creo que con el trabajo de ambientación que crea Haynes no le quedaba tiempo para incluirlo. Y también tienes razón en que Cate Blanchett, en su papel de Carol, da miedo pero eso me parece que encaja muy bien frente a la personalidad introvertida y, algo miedosa, de Therese. Mil gracias por tu aportación y hasta muy pronto amigo. Vaya cine más buenos nos estáis regalando desde Venezuela…
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