Existen actores que pueden defender toda una película con solo su presencia. Y cuando hablamos de intérpretes de la talla de Jake Gyllenhaal, más que sostener sus películas, parece inspirarles una huella de veracidad que consigue que acabes confundiendo al personaje con el actor.
Impresionante Jake Gyllenhaal, transformado físicamente con 7 kilos más de masa muscular, a fuerza de un entrenamiento diario de horas durante más de medio año, y metiéndose de lleno en un deporte que desconocía por completo, el boxeo.
Si bien Southpaw no aporta nada de original a la típica y previsible historia del ascenso fulgurante y descenso súbito de un ídolo del ring, y su director, Antoine Fuqua, como siempre obsesionado por la violencia masculina y reiterando sus trucos personales de puesta en escena, la película conquista por la fuerza de sus personajes protagonistas.
En primer lugar, Billy Hope, campeón mundial de peso mediano, un tornado en el cuadrilátero, absolutamente dependiente de su esposa, manipulado por su manager, y que pierde en unas horas lo más importante de su vida. Este gigante de corazón frágil, una perfecta combinación de contradicciones que le va a la perfección a Jake Gyllenhaal. Por otro lado su entrenador, y última esperanza de salvación, en el siempre eficaz, Forest Whitaker. Y una mención muy especial para la hija del protagonista, interpretada por la jovencísima actriz, Oona Laurence.
Puesta en escena “a lo Fuqua”, música movidita, invitados de lujo, como Rachel McAdams, Naomie Harris o 50 Cent, y unas escenas de boxeo, durísimas, impresionantes y palpitantes, vistas casi por primera vez, a través de los ojos de los personajes femeninos, tan implicados en la historia como el propio protagonista.
Jake Gyllenhaal, desde principios de este siglo y, sobre todo, desde su primer rol en el film de culto, Donnie Darko (2001), se ha convertido en uno de los mejores actores de su generación, con una filmografía impecable, salvo raras excepciones, y que aunque empezó con los más mediatizados directores de su tiempo, en la actualidad no duda en lanzarse junto noveles cineastas que empiezan su carrera.
Ya es hora de que este actor consiga un Oscar, y si este año la nominación ya aparece casi como segura, la dorada estatuilla puede llegar en sus próximos trabajos, Demolition de Jean-Marc Vallée, o el tan esperado segundo film de Tom Ford, Nocturnal animals. Lo que es seguro es que acabará con ella en las manos muy pronto y merecidamente.