Los ecos de las puertas cerradas a cal y canto, las miradas furtivas desde las ventanas, el control de la familia, la presión de los vecinos, la inquietud de verse perpetuamente vigilado son sensaciones que el poeta y dramaturgo, Federico García Lorca, legó a la humanidad en su angustiante obra de La Casa de Bernarda Alba (1936).
Por desgracia, casi un siglo después sus herederas son múltiples, su casa ha creado muchas prisiones y su ejemplo no sólo se ha borrado sino que ha encontrado numerosas adeptas, repartidas por los cuatro confines del mundo.
El paso de la escritura de guiones (tan brillantes como La novia siria o Los limoneros) a la dirección de Suha Arraf es tan impresionante como intenso. En la Villa Touma, su ópera prima, viven tres solteronas, aristócratas cristianas venidas a menos tras la guerra de los 6 días de 1967, donde se ha parado el tiempo. Aisladas de la realidad, las tres hermanas (excelentes Nisreen Faour, Ula Tabari y Cherien Dabis) evitan todo contacto exterior, saboreando lánguidamente un pasado que ya nunca volverá.
La llegada de su sobrina a la Villa desde el orfanato, trastorna toda su existencia y deciden encargarse de la necesidad vital para el futuro de esta joven: casarla de inmediato, como es debido y con el mejor partido (o sea, a la altura de su gloria pasada). Objetivo nada fácil en la ciudad palestina de Haifa del nuevo siglo.
Una situación que les confronta a la realidad en el tema que mejor trata Suha Arraf, el aislamiento y la pérdida de referencias. Una película inquietante, sutil, milimetradamente realizada e interpretada con una sensibilidad y elegancia fuera de sí. Tras tantas películas sobre el conflicto político y armada israelí-palestino, es una muy grata noticia que, por fin, se hable de sentimientos, con tanta certeza y ternura, como lo hace Suha Arraf.
Otro poderoso retrato de la condición actual de la mujer en el mundo ha sido una de las mejores sorpresas, que el festival de Cannes nos ha dado en su última edición: Mustang. Otra ópera prima de Deniz Gamze Ergüven, ayudada en su guión por Alice Winocour, si cabe, aún más impresionante.
Cinco hermanas huérfanas tras el último día de colegio, antes de las vacaciones, deciden irse a celebrarlo con sus compañeros a la playa del Mar Negro, que baña su pequeño pueblo turco. Nada de obscenidad ni indecencia sino juegos, casi infantiles, a plena luz del día y ni siquiera en traje de baño. Pero la alarma social estalla y una vecina comenta a su abuela, que se encarga de su educación junto a su tío, que las ha visto sobre los hombros de los chicos. La reacción no tarda en llegar. Hay que casar a las niñas antes de que ocurra una desgracia…
Luminosa película de la Turquía actual que deja boquiabierto al púbico. Unas actrices inmensas, pese a su juventud, una fotografía radiante y una historia de las de quitar el sueño. La empresa de casar a las jóvenes no resultará tan sencilla en 2015, todo ello narrado a partir de la visión de la más pequeña. Los deseos de libertad de sus protagonistas se enfrentan a la rigidez mental de las generaciones anteriores (¿sólo las anteriores?) como pueden y como sus diferentes personalidades se lo permiten.
Una de las películas más conmovedoras, divertidas, inteligentes y sensibles de Cannes, premiada en su Quincena de Realizadores y el placer de descubrir una nueva directora que conoce muy bien el tema por haberlo sufrido y observado en su infancia. La sombra de Bernarda Alba es alargada y lo único, que parece haber cambiado, es que ahora los muros son aún más altos.