por Carlos Loureda
Hace unos años, el cine negro eran despreciado, o en todo caso, alejado de los festivales internacionales por una especie de rechazo a un género pretendidamente popular, y por tanto, sin derecho de entrada al coto reservado de los certámenes de una cinefilia más de autor. Por suerte, el tiempo ha ido abriéndole las puertas, en especial, desde que el neo-noir ha añadido al suspense los necesarios toques de crítica social, esta filmografía está viviendo una segunda, o incluso, una tercera época dorada.El Zinemaldia de Donosti lo veo todo muy negro
Al menos una décima parte de la mítica revista francesa Cahiers de Cinéma se dedicaba, en su número actual, al desembarco en la televisión, en concreto, la cadena ARTE, de Bruno Dumont, uno de los cineastas-autores más emblemáticos del cine europeo.
Desplegando su estética formal de planos americanos de sus personajes, que se convierten casi en estudios fotográficos, con unos físicos fuera de lo habitual (su director confiesa a menudo su hartazgo de la belleza formateada del cine), rozando en muchas ocasiones el puro frikismo y las deformaciones de los cuadros de Bacon, añade en esta ocasión, un humor insolente, surrealista y descarado que desconocíamos.En cuatro episodios de 50 minutos, estrenados los dos primeros el jueves en ARTE, el pase en cine este viernes en el festival, gana tanto como su desbordada ironía o sus trasgresiones narrativas (identificación en la morgue de vacas, en lugar de individuos).
Una pareja de la policía nacional (comandante, con cara de Karl Marx, que sufre de más tics nerviosos y bailes que San Vito) investigan una serie de asesinatos de mujeres, cuyos cuerpos aparecen descuartizados en el interior del ganado de la región.Un momento de gloria (los autores siempre se mejoran cuando no se toman demasiado en serio) que, reconociendo y homenajeando la herencia Twin Peaks, se aproximaría más a un Verano Azul (el que comienza para este chiqui Quintin) rodado por Jaime Rosales, con todo el equipo artístico de los Torrente de Santiago Segura. El entierro del primer episodio (La bestia humana) entrará en la antología de los mejores momentos visuales, tronchantes e inspirados del año.
Otra adaptación de la tele para un justificadísimo Premio Donosti
La caja no tan tonta (como siempre, depende de cómo se use) como fuente de inspiración una vez más, con una serie de mitad de los ochenta para un actor, incluso con dos Oscar, como Denzel Washington, que ha añadido a los que ha añadido el primero de los Premios Donosti de este edición.The Equalizer (El Protector) es la historia de un hombre de oscuro pasado (agente de la CIA, por tanto, secreto y silencioso) que se cruza con una joven de futuro azabache, forzada a prostituirse por una rusos muy malos, y que le permite a Denzel Washington justificar su premio.
Hay que ser un excelente intérprete para hacer creíble una mezcla entre monje tibetano pacifista, con ramalazos de violencia insospechada, al que la lectura del Quijote le impulsa retomar su cronómetro de “eliminar-malvados”, volver a sus antiguas andanzas y salvar a la chica. Reflexión, también, sobre el eterno debate entre lo inherente y lo adquirido, bañado en el recurrente discurso americano de que todo es posible , a partir de la cita de Mark Twain sobre las dos fechas más importantes de tu vida: el día de tu nacimiento y el que da sentido a tu existencia, al saber por qué estás aquí.
Un thriller correcto pero, quizás, no suficiente para una nueva nominación para Denzel Washington. En esta edición las posibilidades pueden ir más hacia Chadwick Boseman, el intérprete de James Brown en Get On Up.
Revisando los clásicos
La jornada ha continuado con una actualización de Romeo y Julieta con el drama británico de la sección de Perlas, Catch me daddy, otro thriller sobre un joven local y su novia, de origen paquistaní, perseguidos por unos caza-recompensas, nada finos, y con unas familias mil veces más salvajes que los Montesco y Capuleto.
La belleza deslumbradora de La isla mínima
Por fin llegó lo más esperado de la primera jornada, lo último de Alberto Rodríguez con La isla mínima. De una precisión quirúrgica en su puesta en escena, al ritmo sostenido de la acción, que no cae en ningún momento, el cineasta parce haber elaborado el relato modelo del neo-noir actual.Dos policías en la España de septiembre de 1980, uno antiguo facha, frente al otro, democrático, inmersos en una investigación de una serie de asesinatos de jóvenes, evidentemente, relacionados con el dinero y sexo. Un paisaje, de una belleza que corta el aliento, fotografiado con la inspiración que aporta rodar en el paraíso, se acaba convirtiendo en el verdadero protagonista de la película.
Lo más relevante y original del film sea haber añadido el análisis, sembrado por pequeñas notas, de los efectos de la miseria y de lo anclado que las formas del antiguo régimen (tortura, violencia, corrupción, caciquismo…). Un seguro éxito de público, varias nominaciones Goya y un film que podría convertirse en una excelente baza para los Oscars 2016 (lo lejos que parecen estar…).
Y como ocurre con el festival de San Sebastián, madre sólo hay una
Por encima de todas las proyecciones, Xavier Dolan regaba de inmensa cinefilia y felicidad visual, a todo el festival, desde la certidumbre de ser un genio veinteañero, y haber rodado cinco joyas en cinco años, algunas brutas y sin pulir, y otras como, Mommy, un producto acabado, redondo y exaltante.