por Carlos Loureda
La palabra amén significa en verdad, ciertamente, que conste o así sea. El Amen de Kim Ki-duk, uno de mis directores favoritos y máximo representante de un cine invisible que a fuerza de creatividad se ha introducido en muchas de las salas de cine mundiales, ha conseguido cambiarle su significado. Que no sea así, por favor. Pequeño repaso a ciertos mandamientos del cine.
Honrarás a cada espectador (independientemente del parentesco)
Si bien el autor prosigue con la exploración de los temas centrales del cine actual más radical: ausencia más que presencia, búsqueda más que encuentro o soledad más que compañía, en este ocasión parece que le corría prisa por presentar su película en el Festival y que no ha tenido el tiempo suficiente para acabarla.
Cámara al hombro, sonido directo y agresivo (ya nos hemos dado cuenta de la dureza de realidad actual, Kim, pero bajar el sonido tan bruscamente para que escuchemos a la protagonista llamar por teléfono resulta poco delicado para los espectadores que duermen) he aquí el argumento, desarrollado al máximo y con todo lujo de detalles (atención spoiler): una chica busca a su novio en París, Venecia y Aviñón.
El cuerpo, en su utilización y abuso, sus gritos llamándole en cada ciudad (la reiteración o el paralelismo en un película es interesante si es poético, Kim ¿no será para llegar a los 72 minutos y el film no sea calificado de mediometraje?), o los temas y accesorios (la máscara de gas como pérdida o conflicto de identidad, no es que sea muy novedoso como efecto) lo único que me han producido es un soberano aburrimiento.
La pretendida posmodernidad del fondo y forma se han tratado ya muchas más veces y con mejores resultados. Por cierto Kim, hay una escena en que se ve claramente tu sombra rodando a la protagonista, este pequeño detallito en una escuela de cine igual te mandaba a septiembre…
Como no somos malos, perdonamos Amen, que ni siquiera es una ofensa, pero la próxima vez, Kim, acabas la película antes de enviarla, por favor. Eso sí, no te pongo ninguna foto por malo y, si insistes en tus pecados, te voy a enviar a Coronado. Así sea.
No mentirás
Sección Nuevos Directores, qué gozada descubrir nuevas voces, miradas, formas de sentir el séptimo arte. Inaugura la sección Silver Tongues, primer trabajo de Simon Arthur. Brillante, próxima al universo de David Mamet y con dos excelentes protagonistas, Lee Tergesen y Tate Ellington. Una pareja que se crea un universo de nuevas experiencias adoptando múltiples personalidades. Una escritura perfectamente dominada con un guión maquiavélico. Aquí todos mienten pero lo hacen tan bien que me da igual. Simon Arthur promete y mucho.
La otra película de la Sección es el documental de Sandra Sánchez, Tralas Luces. Sutil historia de la vida de una feriante que recorre el norte de España con su barraca de autos de choque (casi una metáfora de una vida encerrada y en la que se tropieza una y otra vez contra los mismos obstáculos). La directora ofrece un retrato intimista, sabe construir una bonita historia, sin intervenir con comentarios externos, dejando a su protagonista contarnos su historia directamente, y adornarlo con unas imágenes y momentos de melancólica belleza. Agradable sorpresa, por fin en España, de un buen documental social.
Amarás el cine por encima de todas las cosas
Eso es lo que hacen precisamente las Perlas del Festival. Hoy, sábado, se presentaba Et maintenant on va où? de la sublime Nadine Labaki, una de las que puede hacer una fuerte competencia a mi preferida que se estrena mañana.
Y Martha Marcy May Marlene nos cuenta el descenso a los abismos de una secta por una ingenua joven, magistral la actriz que la interpreta, Elizabeth Olsen, y con una admirable escena final.