I Am Not A Witch, Reino Unido 2017


El séptimo arte no deja de sorprender. Como una ventana a un mundo en perpetuo movimiento, aunque pienses que ya has visto casi todo lo imaginable en la gran pantalla, siempre acaba por surgir una nueva película que te adentra en una novedosa historia. Una verdadera sorpresa la de I Am Not A Witch, ópera prima de Rungano Nyoni, presentada en el Festival Internacional del Film Independiente de Burdeos, que duplica el asombro en el espectador, al estar basada en la realidad y no tratarse de una imaginada ficción.

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A partir de las historias que le contaba su abuela, esta cineasta originaria de Zambia (pero que vive en el anglosajón Gales y que, por cierto, me comentó que su abuelo era español), fue creando una insólita narración que, en gran pantalla, se convierte en una de las fábulas más inspiradas y corrosivas sobre la situación de la mujer africana (y, por desgracia, extensible, al resto del mundo).

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Con una primera imagen espectacular en la que público ya queda hipnotizado: un grupo de mujeres atadas con unos larguísimos lazos para que no vuelen y se escapen, son expuestas y fotografiadas por una horda de turistas, en plena sabana africana, la película guarda muchas sorpresas. Son las brujas de todos los pueblos cercanos, concentradas en un lugar apartado, trabajando gratuitamente para un hombre que les da cierta protección, y sometidas a la ancestral creencia, de que si se escapan se convertirán en cabras.

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Curiosamente son mujeres mayores, que no han tenido hijos o viudas, acusadas de brujería (por un método que dista mucho de ser científico y que la cineasta no deja la oportunidad de ridiculizar y mostrar) pero también alguna niña, como la protagonista de la historia (la inmensa mayoría de los actores son no profesionales), encontrada por casualidad, gracias a su marido que le hizo unas fotos para enseñárselas a su mujer, tras un casting sin resultado de casi un millar de niñas.

Shula, que no tiene ni 10 años, la acusan de brujería por aparecer de repente en un pueblo sin que nadie la conozca ni sepa de dónde viene, y es enviada, de inmediato, al campo de las brujas. Aunque nos parezca inaudito, la creencia es ellas es tan firme que hasta las autoridades locales las utilizan para descubrir a ladrones o encontrar a un asesino. Un comisario local decide utilizar a Shula en sus investigaciones y la niña, que percibe un interés en la actividad, decide sacar provecho de la situación.

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I Am Not A Witch es un verdadero regalo visual y una ácida crítica de la superstición actual, la explotación femenina y el abuso generalizado de una sociedad machista pero, en lugar de realizar un panfleto reivindicativo, la sutil realizadora ha preferido una imaginativa película abierta a diversas interpretaciones. Por ello, no es de extrañar que haya sido escogida entre los premios americanos de cine independiente (Spirit Award). Y ya van dos excelentes sorpresas africana este año, tras Inxeba.

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