Esa Sensación, España 2016


El número tres permite múltiples posibilidades. Casi siempre placenteras, y en el caso concreto de Esa Sensación, rozando el clímax, al menos, visual y narrativo. Seis manos dan para mucho, sobre todo, de tres cineastas tan dotados como Juan Cavestany, Julián Génisson y Pablo Hernando.

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Con mucha probabilidad la película que mejor trata el tema de la creencia, en sus múltiples variantes, ya sea religiosa, de la propia personalidad o la erótico-amoroso-festiva, en un mundo actual que impone códigos cerrados de conducta, estructuras de pareja normativas o un laicismo imperante que, por momentos, se convierte en un nihilismo que empuja, al final, a los individuos a no creer en nada de lo que les rodea.

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Tres órganos cinematográficos en ebullición (Cavestany, director de Dispongo de barcos y Gente en sitios, Génisson, miembro del colectivo Canódromo Abandonado, y Hernando, responsable de Cábas y Berserker) que se lanza a tres historias que en sus cruces y pasarelas crean significados diferentes y nuevos placeres para el espectador.

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Un hijo que espía y descubre el renacimiento de la fe de su padre, un supuesto virus que desata lenguas que desvelan los verdaderos pensamientos de sus protagonistas y una sublime historia de amor, sin límites ni formas, entre la inmensa Lorena Iglesias y un parquímetro, una escalera, un puente o una rotonda.

Mi preferida, sin lugar alguna de Esa sensación, por la habilidad de Pablo Hernando al mostrar la experiencia amorosa de la manera más inteligente, sutil y creativa (que haya pasado por la gran pantalla desde hace mucho tiempo), es esa joya en su interior que podría titularse, Rotonda y Julieta. Todos las fases se analizan, describen y se exhiben, como un obsesivo entomólogo del deseo humano: el flechazo, la fascinación, la inicial idolatría del (ser, mejor dicho, objeto) amado, la traición, la infidelidad (de matrícula de honor que un puente te ponga los cuernos en público), el rencor, el recuerdo frente al olvido, la nostalgia frente a la novedad. Todo está y nada falta.

Pero la mejor sensación, ésa justamente que se produce al ver la película, es la llamada a la autenticidad de cada uno de nosotros, a liberarnos de los corsés prestablecidos (desde tener un solo director en película a pasar a tres a poder escoger el objeto amoroso con total libertad –en una sociedad que ha mercantilizado el amor, tras haberlo realizado con el deseo-).

Nuevo cine, posibilidades multiplicadas por tres y hasta una nueva posición del espectador ante el género del film. Personalmente, una comedia burlesca, un vodevil sobre nuestras certitudes y un excelente road movie, con la carretera de la existencia por delante y la creencia como destino final.

Tres directores de hoy para el cine de mañana. Un estreno que llega a la gran pantalla para disfrutar a oscuras y con quién desees de Esa sensación que tanto nos gusta y que nunca queríamos que se acabe.

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