Si hay algo que haya confirmado la última edición del Festival de San Sebastián, es que el terreno de la infancia y juventud sigue en el centro del punto de mira y de las preocupaciones narrativas de una gran parte del cine actual, con independencia de su nacionalidad. Jóvenes en tránsito a la edad adulta, chicos que deben aprender a ser autónomos dada la ausencia familiar. Infancias agitadas y adolescencias conflictivas continúan emocionándonos y sorprendiendo al público en las salas oscuras.
Jack es el protagonista del segundo largometraje del cineasta Edward Berger. Un niño de 10 años, acostumbrado a buscarse la vida, encargarse de su hermano pequeño y esperar ansioso el regreso de su madre, desbordada entre su trabajo y también sus escapadas nocturnas.
El inestable equilibrio de esta familia monoparental se rompa por la mala suerte de un inesperado accidente doméstico. Los servicios sociales toman cartas en el asunto y deciden enviar a Jack un internado, situación real que inspiró al director al ver un joven berlinés en su misma situación, viviendo sólo una parte de la semana con su familia.
Jack no puede adaptarse al hecho de vivir lejos de su hermana y su adorada madre, que lejos de la caricatura, intenta compaginar su vida, divertirse, encontrar una nueva pareja y criar a dos hijos sola. Jack toma la decisión de escaparse, recoger a su hermano, que estaba en casa de un conocido de su madre, y volver al hogar familiar. Pero la cosa se complica y mucho cuando, al llegar a casa, descubren que su madre no está y nadie sabe por dónde anda.
Dirigida con un aplomo espectacular, con dos jovencísimos actores, Ivo Pietzcker y Georg Arms, que iluminan la pantalla (el cineasta tardó 8 meses en encontrar al protagonista), la película tiene tanto de radiografía social como de cine de suspense y acción moderna. Jack, coraje y valentía no le falta, supera obstáculos, busca entre los conocidos de su madre, mueve cielo y tierra en la inhóspita noche de la ciudad de Berlín, y carga con su hermano, como un verdadero héroe de los tiempos modernos.
La segunda película del Edward Berger, seleccionada en el Festival de Berlín y con un Lola de Plata alemán (los premios de su academia alemana de cinematografía) es un perfecto ejemplo de un cine actual comprometido, dinámico, fascinante y que, incluso, podría dar alguna que otra sorpresa en los próximos premios de cine europeo.