Una de las tendencias más destacables del cine de actual, por la unanimidad que ha despertado y el número creciente de sus seguidores, es la desaparición o, al menos, nebulosa, que se establece entre los conceptos, ficción y realidad. Los géneros se mezclan pero también las historias, en las que la última frontera que no había que traspasar la concreta definición de su género (o clara ficción o evidente documental), se ha visto dinamitada por innumerables cineastas.En una sociedad del espectáculo, en la que las imágenes reales se presentan como una ficción más, y donde algunos pueden llegar a confundirla, con creaciones surgidas de la retorcidas mentes de los guionistas, y la técnica del storytelling (método de comunicación con una estructura narrativa similar a una historia o un cuento) que se ha impuesto masivamente en el campo de la publicidad, el devorador de imágenes del siglo XXI (casi 4 horas de media de consumo televisivo a lo que se debe añadir el tiempo dedicado al resto de pantallas, móviles, ordenadores, tabletas…) acepta y empatiza con esta mezcla de docu-mentira o ficción-realidad.
Avanti popolo es un perfecto ejemplo de esta situación. Primero por su elección de actores, el protagonista, Carlos Reichenbach, mítico director, Eduardo Valente, otro cineasta, o André Gatti, normalmente realizadores que se sitúan detrás de la cámara para contar una historia de ausencia y desaparición de personas y su recuperación, a través de la memoria.
La película va desgranando, poco a poco, sus elementos narrativos. En un magnífico plano inicial que recorre los barrios del Brasil menos visitado, de la mano de un taxista invisible que escucha himnos revolucionarios del folclore latino, encontramos en plena calle a hijo pródigo, separado de su mujer, que regresa a la casa de su padre.
Un anciano que vive, solitario, en espera de su otro hijo, desaparecido años atrás, sin dejar huella. Con única compañía su perro Ballena, la supuesta alegría de la acogida de su hijo no impide que le niegue utilizar la habitación de su hermano, vacía y ausente, incluso de la vista del espectador.
La utilización de imágenes del Super 8 de la familia (que, en su mayoría, pertenecen a un amigo del director y otras encontradas al azar) nos van acercando a este hombre que dejo un día Brasil y nunca regresó. Camino inverso del director de Avanti popolo, Michael Wahrmann, uruguayo exiliado en Israel y que se instala definitivamente en São Paulo hace ya una década.
Una ópera prima que ha sido acogido con un enorme éxito de crítica y premios en diversos festivales (Roma, Brasilia…) que mezcla reflexión con un irónico humor, como la magnífica secuencia del reparador de proyectores, único miembro de un nuevo movimiento cinematográfico, Dogma 2002. Gracias a los valientes de Zumzeig, Avanti popolo llega a las pantallas, uno de los tres únicos estrenos de esta famélica semana de exhibición cinematográfica nacional (frente a los 14 de la semana en las carteleras vecinas, por ejemplo, la francesa).
Muy buena pinta…un saludo Carlos
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Compa Fernando, está llegando unos peliculones estupendos. Y además este finde los César y los Óscar, ¿qué más se puede pedir? Hasta pronto, amigo
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