Pimienta en los ojos. Sal en las heridas. Fuego en las entrañas. Estas y muchas otras más sensaciones han recorrido mi cuerpo durante la indescriptible visión que provoca la última obra de Pablo Llorca.
Un objeto cinematográfico perfecto que navega entre todos los géneros: hipnótica ciencia ficción en la que aparecen a cada vuelta de la esquina inimaginables monstruos de cemento que devoran nuestro paisaje, delirante comedia ante las mentiras y cambios de opinión de unos políticos para dar de comer aparte, intenso drama de millones de personas sin trabajo esperanza ni ilusión, thriller desgarrador en el mayor robo del siglo y la peor estafa de nuestro patrimonio…
Absolutamente todo se encuentra en este díptico inspirado que forman el documental, Pis de toro agrio (perdón, País de TODO A 100), y su prolongación en forma de ficción, El gran Salto Adelante (en el vacío, me gustaría añadir).
Una excusa perfecta, el retorno a España en 2012 tras la ausencia de cinco años acompañado por un amigo finlandés, le sirve al cineasta para recorrer el país y realizar la más lúcida, inteligente y fascinante radiografía de lo que ha ocurrido aquí en los últimos años. Cuando en el futuro las próximas generaciones quieran saber la verdad sobre esta turbulenta época, les bastará con ver País de TODO A 100. No necesitarán más porque nadie lo ha explicado mejor.
Entre encuentros fortuitos y comentarios de las personas que nunca tienen voz, este viaje de Madrid al sur, y del ahí al norte, congela la circulación sanguínea, altera el pulso y descoloca por su clarividencia, honestidad y sensatez. Pablo Llorca ha desvestido al emperador y nos ha mostrado que ni siquiera estaba desnudo bajo los atributos que se ha otorgado. Debajo de su traje todavía lleva un pantalón de billetes fruto de una planificada corrupción sistemática, una camisa de mentiras provocada por una ambición desmedida de poder y una chaqueta de promesas incumplidas, en detrimento del mínimo bienestar social para beneficiar a los empresarios, únicos ciudadanos útiles que le aportaron en bandeja, vía financiación ilegal, el imperio que tanto había deseado para realizar sus sueños de ilimitada megalomanía. Por supuesto, todo de marca extranjera, porque ya se sabe que todo lo de afuera es mejor que lo que tenemos aquí: nuestro cine, nuestras ideas, nuestros sueños…
Por primera vez, y espera que sea la última, este artículo de Cine Invisible no indica el país de producción de esta magnífica película. Demasiada vergüenza poner por escrito los hechos que en ella se presentan. Ni tampoco ningún fotograma, porque lo que se ve en su interior es lo que nunca debería haber ocurrido pero, sobre todo, jamás debería repetirse.
En otro país este documental disfrutaría de una importante cobertura y una significativa distribución. Aquí, por suerte, hoy se estrena en una única pantalla, Cineteca de Madrid, en presencia de su realizador y únicamente durante dos fines de semana. De ella, bastantes ni la citarán (no se muerde la mano del que te da de comer) y muchísimos no querrán que la veas (la ignorancia y la desilusión es la madre de la abstención, jugoso beneficie para los partidos mayoritarios). En un país de sordos lo mejor que es todos se conviertan en ciegos.
Esta noche no podré estar allí para levantarme al final de la proyección y aplaudir la inteligencia y valentía de Pablo Llorca. Una verdadera pena porque además, junto a algunas perlas que han ido apareciendo últimamente y a Ciutat Morta, la exhibición de País de TODO A 100, marca un antes y un después del cine político y comprometido con la realidad en nuestra cinematografía. Y tú, ¿te la vas a perder?