Antony Hickling continúa con su pertinente análisis de la pasión y el deseo, y las situaciones que conllevan estos febriles estados amorosos, bajo una cuidada, imaginativa y sorprendente imagen cinematográfica, que ya conquistó al público de innumerables festivales internacionales con su trabajo precedente, Little Gay Boy. En One Deep Breath la narración aparece dispersa y entrecortada a lo largo de la película. El triángulo formado por Maël (Manuel Blanc que repite película con el cineasta), protagonista que llora la pérdida de su amante, Adam (Thomas Laroppe), joven dubitativo entre dos opciones, y Patricia (Stéphanie Michelini, enigmática, inquietante y brillante), elemento perturbador y magnético de estas complicadas relaciones, presentan el trauma de la pérdida de un ser querido, la extrema delicadeza de asumir un duelo, la dualidad de cada personalidad y el apoyo inesperado recibido en situaciones límites.
Entre un pasado lleno de promesas y un presente difícil de asumir, la película flota entre recuerdos y ensoñaciones, fantasmas y realidades que aportan las claves de la historia de este trío pasional. Esta sinuosa estructura permite al talentoso Antony Hickling desplegar su toque personal más identificativo: la inclusión de performances y metáforas dignas del realismo poético de los años 30 y mediados de los 40 del cine francés (como las encarnaciones de la vida y la muerte en One Deep Breath). Una sabrosa mezcla entre modernidad, lirismo, crudeza y tradición que crea la peculiar firma del cineasta y cautiva al público.
Una forma inteligente, original y creativa de tratar temas como las fronteras de la identidad, las promesas del sexo y las posibilidades del género, que no ha pasado desapercibida para un festival con un exquisito olfato, Zinegoak.
En ya su 12ª edición, personalmente creo que con una de sus mejores programaciones, Zinegoak ha puesto en paralelo de su sección Off, lo último de Antony Hickling, One Deep Breath, frente a Pierrot Lunaire, la obra atonal de Arnold Schoenberg, que el brillante ojo de Bruce LaBruce ha transformado en cuento gótico-queer (su personal Falconetti en versión latex).
Un festival de cine y artes escénicas con dos propuestas cinematográficas sobresalientes, entre todo un programa de novedades, descubrimientos y clásicos (John Ford, William Wyler o la retrospectiva: 40 años sin Pasolini): A esmorga, de Ignacio Vilar con Karra Elejalde, Miguel de Lira, Antonio Durán ‘Morris’, en la juerga más salvaje del cine nacional (ya quisiera Very Bad Trip estar a su altura) pero en la Galicia más profunda y caníbal de los años 50 (¿mejor guión adaptado de los Premios Goya 2015 para esta soberbia novela de Eduardo Blanco Amor llevada al cine?).
Y por último, Xenia, de Panos H. Koutras, road-movie familiar en una Grecia desencantada como telón de fondo, y dos hermanos perdidos, tiernos y divertidos. Una programación de lujo para un festival imprescindible.