Si hace unas tres o cuatro temporadas, la tendencia en las agitadas salas de cine francesas era el ménage à trois e inquietantes relaciones triangulares, la corriente actual es la explosión de las cougar (mujeres con parejas sensiblemente más jóvenes) e incluso su variante MILF (horrible argot inglés, acrónimo de Mother I’d Like to F…).Con mayor o menor fortuna se está estrenando, casi mensualmente, filmes con esta temática (en menor medida también está la versión masculina, pero esta alternativa ya era habitual). Por encima de todos, sobresale Dos madres perfectas y, jugando con su título, también exquisitas y perfectas actrices: Naomi Watts y Robin Wright. Confieso mi amor incondicional por Robin Wright que, como con los buenos vinos, cada año mejora física (si eso era posible) y, sin duda, profesionalmente.
El film recoge la novela de 2003, Las abuelas (Ediciones B), de la Premio Nobel de Literatura, Doris Lessing. La escritora recogió esta historia de la confesión nocturna (pero sin alevosía) de un joven que le contó esta extraordinaria relación de dos amigas de infancia. Una amistad-fusión, atravesando juntas los momentos más importantes de su existencia, casándose casi al mismo tiempo, teniendo hijos, siendo vecinas y manteniendo una relación cada una con el hijo de su amiga.
Una odisea tan arriesgada podía haberse malgastado, o verse maltratada, en otras manos, pero sólo la sensibilidad y exquisitez de una mujer, sobre todo, si se trata de alguien tan inteligente y comedido como Anne Fontaine que sabe, como nadie, filmar el deseo con tanto respeto, la ha llevado a buen puerto.
La directora francesa enseguida vio que esta tórrida relación no funcionaba en territorio nacional y se planteó la posibilidad de buscar una localización más exuberante para una historia de alto voltaje. La opción de Australia se fue imponiendo poco a poco: paisajes exóticos, un sol que invita a broncearse en continuo, una vegetación que recuerda el primer paraíso… Todo parecía empujar a las protagonistas a lanzarse en brazos de sus fornidos caballeros (excelente James Frecheville, descubierto en Animal Kingdom y el muy decorativo, pero mucho más soso, Xavier Samuel). La película tiene una magia que engancha al espectador, quizás, sea el brillo deslumbrante de un actriz, con tanto talento como Robin Wright.
Pero la cosa no se queda ahí, 20 ans d’écart (20 años de diferencia) en tono de comedia retoma el tema. Alice, al borde de los cuarenta, tiene todo para ser la próxima redactora jefe de la revista Rebelde, destinada a un público adolescente o joven, excepto la edad. Por eso va a enrollarse con el veinteañero Balthazar, el joven actor Pierre Niney (que ya nos encantó en Tímidos anónimos y que todo el mundo adulará en su próximo estreno, la biografía de Yves Saint Laurent).
Y como broche final (por el momento), nadie mejor que la sublime Fanny Ardant (¡¡en vaqueros!!), dirigida por otra mujer, Marion Vernoux, en Mis días felices (Les beaux jours) viviendo otra ardiente pasión: la adaptación de la novela Une jeune fille aux cheveux blancs de Fanny Chesnel, sobre una jubilada ligándose al animador de su club de la tercera edad. Para mi sorpresa en lugar de una historia previsible, la película, desbordante de inteligencia, buenas interpretaciones y buen gusto, me mantuvo pegado a la pantalla durante toda la proyección. ¿Será que me estoy haciendo mayor?
Lo más agradable de esta última tendencia del cine francés (aunque la primera se haya rodado en Australia) es la sabiduría para abordar temas que flotan en la actualidad y tratarlos con respeto y sin prejuicios. Crear un cine adulto (que no es lo mismo que «para adultos») que llena las salas y que se echa en falta en otras cinematografías.
Magnífica la dirección que hace Anne Fontaine en esta su última película. Una directora que descubrí allá por los años 90 cuando un viernes me dispuse a ver el maravilloso programa de la 2 TVE CINECLUB. Cine de calidad en versión original subtitulado casi siempre premiado en los más importantes festivales de cine mundial. Aquella noche vi Nettoyage à sec y fue un gran descubrimiento. Hace tres años, cuando decidí retomar mis estudios de francés, me topé de nuevo con ella en La fille de Monaco.
Y ahora la vuelvo a disfrutar en Perfect Mothers/Adore y me sigue fascinando el manejo de la trama, las miradas todo para seguir profundizando en el menage à trois (aquí a cuatro bandas) y la introducción siempre de un elemento pertubador como es el deseo o sexo que viene a trastocarlo todo.
Gracias Carlos por hacerme disfrutar nuevamente con este cine invisible!!!
Saludos.
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Una crítica concisa y útil, gracias.
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Gracias a ti amigo. Hasta pronto, Javier.
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