por Carlos Loureda
Como si se tratase de una premonición, la actualidad (el próximo viernes caerá sobre la Tierra un satélite de la NASA) coincide con el título de una de las películas presentadas en la Sección Oficial, Le Skylab (el satélite que cayó a finales de los 70 en Australia).
La misma anécdota sirve para este film situado en el año 1979. Julie Delpy quería borrar pistas, aportando un título digno de un trabajo de ciencia-ficción, a una pura comedia. Sí, una comedia sin ningún tipo de dramas ni asesinatos ni desgracias. Lo que cada vez más inhabitual en los festivales.
En realidad de lo que se trata es de una oda a la familia con todos sus defectos y sus virtudes y, de paso, utilizarla como un reflejo de la sociedad con sus posiciones políticas, sus angustias vitales o la primacía de sus valores, la seguridad, la educación, la libertad…
Tras una brillante carrera como actriz Julie Delpy se lanzó hace unos años a la realización, con fantásticas comedias como 2 days in Paris, o dramas como La Comtesse. Esta Amenábar francesa (actriz, directora, guionista y compositora) posee un talento desbordante y la capacidad de hacer reír unánimemente al conjunto del público. Bajo una sencilla apariencia se esconde un excelente homenaje a las comedias italianas y un enorme trabajo de escritura, que da como resultado una fluida historia y permite la maestría de dirigir una veintena de actores, sin que ninguna sobresalga y todos destaquen. Un excelente trabajo sobre un guión que podría llegar a aspirar a un galardón en esta categoría.
Isaki Lacuesta parte de lo real, el peculiar personaje de François Augiéras, para adentrarse en el terreno de lo imaginario, en el reino de la mitología universal, común a todos los pueblos sea cual sea la distancia que los separa. François Augiéras, pintor y escritor francés, decidió un día aventurarse por el desierto africano. Cuando tropezó con un búnker al abandono realizó un inmenso fresco, entre la realidad de pintores como Miguel Ángel y lo imaginario del hombre prehistórico en sus cavernas. Su trabajo fue recubierto de pintura de otros aventureros o de soldados y su obra acabó destruida. El artista pintó otro fresco en otro búnker pero, en esta ocasión, ocultó su entrada con una roca y la arena del desierto, dejando su obra para que fuese descubierta por los hombres del siglo XXI. Él pensaba que su trabajo no era de su tiempo y albergaba una fuerte esperanza en el futuro. Como Augiéras, Isaki Lacuesta ha invitado a otro artista, Miquel Barceló, para que le secundara en su aventura.
Supongo que muchos relacionarán Los pasos dobles con El sol del membrillo. Sin embargo, personalmente creo que está más cerca de Werner Herzog y su sublime documental La cueva de los sueños perdidos, dado que ambos directores se plantean el mismo problema: la función del arte y su destino.
Para formular esta cuestión Isaki Lacuesta utiliza dos historias que se unen, se bifurcan y se llegan a confundir: un grupo que busca el búnker de Augiéras y la recreación del periplo de este moderno Ulises. Inventarse un doble, cambiar de forma o transformarse para renacer, formas de mitología y experiencias de una vida. Desde un sublime duelo de baile hasta una escena de amor tarifado el director plantea múltiples preguntas sin ofrecer una respuesta. Personalmente no la he encontrado pero ha resultado un verdadero placer acompañar a este docu-mentira o a esta ficción real. El director mezcla los géneros sin miedo, aventura, western, fábula o cuento, como se mezclan los colores, una combinación que, por momentos, resulta hipnótica y en otros enigmática. En todo caso, un camino atravesado a pasos firmes y decididos que, por su riesgo y valentía, puede que se dirijan directos a la Mención Especial del Jurado.