El Balcón de las mujeres (Ismach Hatani) y Tikkun, Israel 2015 y 2016


La habilidad del director Emil Ben Shimon para abordar temas polémicos, con una enorme delicadeza y un extraordinario sentido del humor, no tiene precio. Y su última película, El balcón de las mujeres, ha cosechado lo que merecía: un mayoritario reconocimiento del público (una de las más taquilleras en Israel de los últimos diez años) y de la crítica (varias nominaciones a los premios de la academia israelí, los Ophir).

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A partir de la anécdota de una pequeña comunidad judía de Jerusalén, el cineasta habla de una de las preocupaciones más actuales de la sociedad actual: el fundamentalismo de una religión (da igual la que sea) y los efectos perversos que esta conducta genera, vía la limitación de libertades y el angustia y tensión que crea entre las personas.

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El famoso balcón de las mujeres, en los que ellas asisten a las ceremonias, se desploma en plena Bar Mitzvah de un joven adolescente. Resultado del accidente, la mujer del rabino acaba en el hospital, su marido se desconecta de la realidad y el conjunto de esta pequeña comunidad se queda sin su lugar de oración y de encuentro.

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Un ambicioso y ultra-ortodoxo rabino aprovecha la ocasión para incrustarse entre ellos, como un lobo con piel de cordero, y poco a poco intentar imponer una nueva interpretación de su religión, más estricta y, evidentemente, más reductora para la vida de las mujeres. Menos mal que todas estas estupendas mujeres (y excelentes actrices) no van a quedarse de brazos cruzados frente a esta sutil y manipuladora agresión.

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La película es una verdadera delicia de inteligencia, con grandes momentos de infinita ternura y un sublime retrato de una cultura tan lejana como apasionante. Al final es un film de lucha, de guerrilla contra los excesos de toda dictadura, con independencia de su origen, religioso, político, económico… Una película que renueva las ganas de continuar defendiendo la libertad frente a tanto lobo solitario y peligroso que, al final, sólo viven para separar para vencer y destruir la convivencia.

Curiosa coincidencia en la cartelera israelí de este incremento de ultra-ortodoxia judía, síntoma de que la situación no va para mejor. Tikkun, de Avishai Sivan, aborda el mismo tema que El Balcón de las mujeres pero de una manera más pesimista.

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En un maravilloso blanco y negro que arrebató el premio a la mejor fotografía de la Seminci 2015, la historia del accidente casero que sufre Haim-Aaron (impresionante en el actor Aharon Traitel), académico ultra-ortodoxo que vive también en Jerusalén, y que permitirá liberarle (o en todo caso, perturbar su metódica vida de estudioso de los libros sagrados) de una manera inimaginable.

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En un concepto de mundo en el que cualquier placer está prohibido (de hecho, casi todo es pecado), una erección involuntario del protagonista en la ducha va a cambiar su mentalidad. Tikkun significa, entre otras cosas, la reparación del universo. Y ese será el caso del protagonista que, tras volver a la vida, comienza a descubrir que hay otra vida más allá de la Torá.

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Una fascinante película que posee la audacia de adentrarse, en su segunda mitad, en el género fantástico para intentar mostrar un universo que roza la sobrenatural, y que logró dos de los principales galardones del Festival de Locarno 2015, Premio Especial del Jurado y Mención especial.

2 comentarios

  1. Todas estas películas son bienvenidas.Justamente contra la islamo-fobia el arte puede inferir para bien.Muy interesante.Saludos al blogger 😉

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