Me acerco con interés y, confieso, con cierta expectación ante el documental de Ander Iriarte. Su premisa es franca y directa: su realizador, natural de natural de Oiartzun, un pueblo del País Vasco con unos 10.000 habitantes, se trasladó a Barcelona y, frente a otras opiniones (que, evidentemente, jamás había escuchado en un lugar mayoritariamente abertzale) se planteó por qué muchos de sus conocidos o amigos acabaron en la órbita de ETA y él no, y en qué consistía el grupo tan heterogéneo como el de la izquierda nacionalista vasca. La idea inicial del autor, como cualquier otra que defina un documental, implica de inicio el rumbo que tomará el proyecto. Personalmente existía una línea editorial que me dejaba insatisfecho, la de exponer sólo las opiniones de los habitantes del pueblo (excepto dos invitados), sin incluir otras diferentes o divergentes, fuera de un lugar que, a nivel ideológico, funciona como una estructura herméticamente cerrada. Como estoy más que aburrido de soportar propaganda partidista y púlpitos populistas de toda índole, desconocía la reacción que me iba a provocar su visionado.
Debo alabar la valentía de Ander Iriarte. De hecho, el primer interés del documental es su propia existencia. Si la película provoca tantas sensaciones es porque es necesaria y aún deberían realizarse muchas más. Lo que más hace falta en nuestro país sigue siendo una buena comunicación. Hablar entre nosotros y, sobre todo, hacer el esfuerzo de escuchar, de verdad, al que está enfrente.
Reconozco que, en su parte central, he soportado ciertos argumentos que me han hecho subirme por las paredes y crispado los nervios. Para alguien que rechaza, de forma visceral, cualquier tipo de acción armada, violencia física o terrorismo (expresión esta última que se evita continuamente en el documental), lo más triste es ver que todos, sean del signo que sean, utilizan la misma terminología para defender lo indefendible. A ver si se enteran, de una vez para siempre, que el respeto por la vida está por encima de cualquier ideología.
Pero lo más interesante ocurre en la última parte, con preguntas más arriesgadas y lúcidas, hasta llegar a la que no pensaba que iba a plantearse: visto lo ocurrido en los últimos años, ¿es que ha merecido la pena tanto sufrimiento, sacrificio y muertes? Sólo por escuchar las respuestas, y en espera de que nunca jamás vuelva a ocurrir, merece la pena ver el documental de Ander Iriarte.
A veces el cine no comercial te trae muchas más alegrías que las grandes producciones de Hollywood, o como mínimo te permite pensar y disfrutar de las historias, y el cine vasco no es una excepción.
Yo os recomiendo también, «Izarren argia»
http://hemosvisto.blogspot.com/2010/11/izarren-argia.html
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