Saverio Costanzo vuelve a conquistar (o enfadar) a la crítica con su última película. Especialista del aislamiento y de los universos cerrados y claustrofóbicos, toda su filmografía gira alrededor de la soledad (impuesta o voluntaria) y las consecuencias sufridas por sus protagonistas y las personas que los rodean.Desde su primer trabajo, un documental en 2002, Sala Rossa, sobre el Hospital Policlínico de Roma, o su primer película de ficción, Domicilio privado, 2004, el inteligente retrato de la invasión de una casa palestina por los soldados israelíes y su singular convivencia (premiada en la Seminci de Valladolid con la Espiga de Plata); dos años después, En memoria mía, sobre la crisis espiritual de un novicio en un convento, o en La soledad de los números primos (2010), su título insiste en el color de su temática preferida.
Ya sea en una casa tomada, en los pasillos de un hospital, los muros de un convento o el lugar más aislado del mundo, con el que comienza Hungry Hearts, los dos protagonistas encerrados en un minúsculo servicio público de un restaurante asiático, las paredes físicas y mentales de todas sus historias se agrandan y se aproximan, según avanza su filmografía, dejando a sus actores cada vez menos aire para respirar.
Quizás sean estos Corazones Hambrientos los que mejor expresan la inquietud y desasosiego que le produce al director el mundo actual. Una pareja se enamora, se casan, tienen un hijo y, por desgracia, no comen perdices ni nada que se le parezca. Angustiada por la contaminación, el ruido, todos los añadidos químicos de los alimentos y las infinitas porquerías que comemos y respiramos a diario, la protagonista intenta proteger a su recién nacido de estas agresiones, si n darse cuenta que puede caer en otro peligro mayor.
Los dos protagonistas bordan esta historia en la que todo el mundo tiene parte de razón. Alba Rohrwacher, que me parece una de las mejores actrices europeas actuales, y Adam Driver (de la serie Girls) tan inspirados que han logrado lo que es muy inhabitual en un festival, conseguir el Volpi de la 71ª edición del certamen de Venecia al mejor actriz y también actor por la misma película.
Saverio Costanzo, que adaptó para la gran pantalla en tiempo récord el libro de Marco Franzoso, Il bambino indaco (con la brillante idea de trasladar su acción a Nueva York), juega con los géneros (y los nervios del espectador), comenzando su película como una comedia para pasar a un drama psicológico, con tintes de pesadilla gótica, guiado por una elegancia y habilidad sorprendente, hasta un final que roza el thriller.
Hungry Hearts es un puro cine, y como tal, arriesgado, con unos actores magistrales y la expresión de la angustia vital frente a todo lo que nos supera o sobrepasa, raramente filmada con tan buen hacer.