Parece que una nueva línea argumental y estética se impone en el cine de autor actual, y de género, más imaginativo y visceral. Nuestros vecinos franceses, aunque Alexandre Aja firma ya con ésta su cuarta película americana, coinciden en manipular, esculpir y moldear el cuerpo de sus actores para transformarlo en una variante poética, por momentos, o monstruosa, la mayoría de las ocasiones.Unos seres humanos que, más allá de la metáfora, extraen de su interior el lado más animal de su carácter. Pascale Ferran, esa directora tan sutil como inteligente en sus planteamientos, presentó en la última edición de Cannes, su obra más simbólica, Bird People. Con la delicada Anaïs Demoustier como protagonista (que también figura en Una nueva amiga de François Ozon y que también trata de otra transformación… más maternal), la directora nos retrata la cotidianeidad de una empleada de un hotel del aeropuerto que, gracias a una mágica conversión (guardemos el secreto), adquiere otra visión de la vida.
Poética película susurrada, que mezcla con éxito y valentía, un toque de género fantástico con un elegante realismo. En ese anónimo hotel, un informático americano decide cambiar su vida (espeluznante ruptura matrimonial vía internet), al mismo tiempo que la protagonista ve transformado su apariencia externa. Film hipnótico sujeto a múltiples interpretaciones.
Aunque muchísimo menos que el críptico subidón de felicidad que ha disfrutado el siempre sorprendente, Alain Cavalier, que filma alrededor de su casa, la muerte de un faisán recién nacido, su tumba y la alegría de mantener vivo su recuerdo, en un minimalista ensayo fílmico que, con tres ideas, un robot de juguete y una oca de hojalata, nos recuerda que la vida son la memoria de los otros y nuestra propia aventura de cada día. Arriesgada al máximo.
Como me imaginaba que resultaría la última odisea de Christophe Honoré en una, más que osada, versión actualizada de las Metamorfosis del poeta latino Ovidio, nacido 43 años antes de J.C. Hacen falta muchas agallas para trasladar la acción al extrarradio urbano, con actores no profesionales e interpretaciones teatrales que ha encontrado un casi unánime respaldo de la crítica y una acogida misteriosa del público para un film tan especial.
Aun así le director, más inclinado en la actualidad a una nueva variante de teatro filmado más que a una concepción cinematográfica, consigue un instante erótico, carnal y sensual de una gran belleza estética, gracias a estos jóvenes, en realidad dioses enamorados de mortales, que se o los transforman en animales.
Por último, quizás sea Joe Hill, el novelista e hijo de Stephen King, el que mejor ha plasmado lo que conlleva nuestra animalidad interior, en la brillante adaptación de su novela, Cuernos (2010). Daniel Radcliffe, tras convertirse en el principal sospechoso de la muerte de su novia, (Juno Temple, ahí es nada, en un argumento muy similar al de la fabulosa Perdida), descubre de la noche a la mañana que le están saliendo unos cuernos más hermosos que la copa de un pino.
Lo bueno es que estos cuernos le servirán para descubrir quién ha sido el verdadero culpable del asesinato de su novia. Toda la primera parte es una verdadera joya del cine fantástico, porque transforma este género en un asombrosa radiografía de la psicótica sociedad americana que despliega ante tal par de astas, todos sus vicios inconfesables e inimaginables. Un programa bestial.
A mí la de Horns no me gustó mucho,la verdad porque me esperaba más del director de ALTA TENSION y me decepcionó,la verdad.
Un saludo.
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Querido Fernando: mil gracias por tus palabras. Así da gusto jeje A mí me gustó la primera parte en que todos van confesando sus «vicios privados, virtudes públicas», luego, tienes toda la razón, decae mucho pero sólo por esa primera parte me convenció. Abrazos y hasta muy pronto, amigo
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