Si Freud aún estuviese vivo, pagaría lo que fuese por tener como paciente a Kim Ki-duk. Violencia, crueldad hacia los animales, torturas, masoquismo e incesto, todo sabrosamente mezclado con el ardiente tema de la maternidad: ingredientes de una, supongo, exquisita sesión de psicoanálisis en la que quizás, el cineasta se hubiese convertido en el eslabón perdido entre el científico austriaco y su discípulo Lacan.Kim Ki-duk es capaz de lo mejor y lo peor, al mismo tiempo y sin solución de continuidad. Su último largometraje, Piedad, el número 18 de su larga y desequilibrada carrera posee momentos verdaderos hipnóticos, en que la magia del director opera sin reserva alguna, y otros, en los que las incongruencias de un guión, bastante traficado (sucesión de madres y estereotipos básicos), saltan a la vista y pueden provocar carcajadas, en el mejor de los casos (de repente el protagonista tiene en su móvil el número de teléfono de una mujer que acaba de encontrar y afirma ser su madre, un personaje apuñalado en el pecho puede no solo bajar las escaleras sino buscar e incluso esperar un taxi…).
A pesar de los innombrables peros que se le pueden poder, Kim Ki-duk ha sabido percibir las inquietudes del momento y combinar dos temas recurrentes de la cinematografía surcoreana: la figura de la maternidad, como personaje principal de enlace y transmisión de valores, y la transformación, o mejor dicho, mutación, de un país que salta del tercer mundo al primero en cuestión de segundos. Si Kim Ki-duk sitúa su historia en la parte pobre de Seúl que será arrasada días después, otro cineasta (presente en Cannes 2012), Im Sang-soo, localizaba su The taste of money (del que hablaremos próximamente como parte de este díptico) enfrente, en las oficinas ultramodernas y las mansiones de un lujo, literalmente, asiático.
Ambos cineastas recurren al grito para prevenir y avisar de una transformación radical que implica una pérdida de los valores tradicionales, base de su construcción social, de respeto a la familia, la madre en primer lugar, o de tolerancia hacia los demás. Y también, no puede ser coincidencia, dos madres dispuestas a todo y más perversas de lo que uno podría imaginarse. Las dos películas desarrollan la violencia y la tensión de un mundo en pleno cambio hacia lo peor.
Aquí el protagonista, una especie de cobrador del frac, no duda en mutilar a sus víctimas para cobrar el seguro y obtener de esta manera los intereses leoninos que sus jefes imponen a los pobres desgraciados de un barrio sometido a una presión inmobiliaria insostenible. Esa mujer que dice ser su madre, tras un rechazo inicial, resultará el único eslabón que de sentido a su vacía vida pero, como siempre en el cineasta, las apariencias engañan y la madre, Min-soo Jo, extraordinaria actriz, no ha dicho todavía su última palabra. León de Oro en Venecia: no está nada mal para el retorno de este cineasta que provoca sofocos con cada uno de sus estrenos.
De Kim Ki Duk sólo he visto su peli Primavera, verano,otoño, invierno……….y primavera(2003). Me la compré en DVD cuando salió porque no sé si llegó a las salas de cine. Me imagino que me gustó la crítica que leería de la película. La recuerdo muy lenta, con maravillosos paisajes, con una isla magnífica rodeada por un hermoso lago, pero nada del argumento. Probablemente sobre el ciclo de la vida contado con sublime poesía. Me gusta la manera de narrar de los realizadores asiáticos y por lo que cuentas sobre la temática sobre la madre, el mundo que cambia de manera inexorable merecerá la pene verla. Una cultura que se impone, la occidental, que termina modificando la oriental. Espero que sepan adaptarse a los nuevos tiempos y que de la mezcla no surja una mera copia de los valores occidentales del consumismo, de la pérdida del respeto sobre nuestros semejantes y sobre nuestros mayores, padres y abuelos, sino algo que sepa conservar lo mejor de esa cultura ancestral que ahora se pierde irremediablemente.¿Cómo terminarán adaptándose?
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Muy interesante Miguel lo que comentas. Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera (2003) es de lo mejor que ha hecho el cineasta. No sé cómo nos adaptaremos todos a los nuevos tiempos. Con un poco de suerte igual nos ayuda el cine… Hasta pronto, amigo
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