10 años de relación dan para mucho: centenares de alegrías, sin olvidar alguna que otra tristeza, viajes románticos, momentos íntimos, miedos compartidos e ilusiones perdidas recobradas, gracias al amor, en un instante. Ira Sachs, cineasta americano, tras vivir una relación, tan intensa como ésta, decide que debe contar su historia.Por eso, en el guión escrito a cuatro manos junto a Mauricio Zacharias todo suena tan justo, exacto, milimétrico… Pero como con todo buen artista, al final hay mucho más que una plana autobiografía, el resultado se eleva a la categoría de universal y la película, a uno de los momentos más intensos del año cinematográfico. Como escribe el excelente e irónico novelista suizo, Joël Dicker (se impone una traducción urgente al español de La vérité sur l’affaire Harry Quebert, y ya puestos a pedir, su adaptación cinematográfica -tan joven y con tanto talento, da gusto…-) tras los amigos siempre aparecerán nuevos conocidos, o tras el dinero, otros recursos, o las fiestas, nuevas diversiones, pero después del amor, lo que único que queda son las lágrimas.
Una historia de amor que comienza en 1998 entre Erik (Thure Lindhardt), realizador de documentales danés, y Paul (Zachary Booth), brillante abogado neoyorkino y termina diez años después. Pero en el primer encuentro, frío casi negociado, impersonal y distante, estalla una chispa de posibilidad, un destello de futuro que Erik intenta atrapar, sabiendo con absoluta seguridad que las posibilidades son mínimas.
Un mundo les separa, o mejor dicho, un abismo irreconciliable: la aceptación sin problemas, por parte de Erik, del “yo y mis circunstancias” de José Ortega y Gasset y su negación en el caso de Paul, lo que le lleva a intentar construirse una imagen social o buscar salidas muy poco recomendables. Las salidas que se deciden en casos desesperados llevan únicamente a callejones.
Una película que hay que degustar como se debe, con placer, interés y curiosidad. Aunque sea por el hecho de recuperar a uno de los personajes más interesantes y desconocidos de la escena independiente de Nueva York, Avery Willard, o para disfrutar de su premio Teddy 2012 del festival de Berlín o de las cuatro excelentes nominaciones que acaba de recibir de los Independent Spirit Awards. Como ya dijimos hace casi un mes en el 17 festival LesGaiCineMad: que nadie se la pierda, peliculón a la vista.
No está nada mal dejar las luces encendidas. Saborear la sensualidad que aporta el sentido de la vista o dejarse llevar por los terrenos desconocidos que la luz crea con las sombras. Pero también la claridad aporta un peligro: las curvas de la carne, a veces, presentan ángulos cortantes. Sin luz, son peligrosas, pero permiten disculparnos de lo que no hemos querido ver; con ella, no tenemos excusa. Nunca podremos decir, cuando nos encontremos perdidos, y solos, que no vimos que se trataba de un camino erróneo. Y en plena luz, nos quedaremos en la oscuridad.
Hola Carlos:
Espero poder verla en algún momento,porque por circunstancias no pude hacer en el Lesgaicinemad y tengo muchas ganas!
Un saludo
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Querido Fernando porfin te puedo contestar. Antes que nada Feliz año nuevo y, de todo corazón, mil gracias por seguir y participar tanto en Cine invisible. Es un verdadero lujo poder contar con tus comentarios y me siento halagado de que siempre encuentres un momento para participar. Espero seguir contando contigo mucho tiempo. Hasta muy pronto, amigo.
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[…] 8. Keep the lights on: este año debo tener el lagrimal flojo. No se puede explicar, hay que verla y ya está.7. Después de Lucía: supongo que no me lo tomará a mal, porque lo considero uno de los mejores directores del mundo, pero para mí, Michel Franco, podría ser el Haneke mexicano. Eso sí, no es una mera copia, este director tiene su propia voz pero comparten con Haneke un mundo que se asemeja y al que nos gusta mucho asomarnos pero con cuidado porque da miedo. Mucho miedo. […]
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