No sólo del cine invisible vive el hombre y, de vez en cuando, una buena Serie B se agradece infinitamente. Tras dramas búlgaros, melos alemanes y angustias palestinas, cómo se echa de menos una buena película de la mítica subcategoría de los estudios, que tenga como único propósito entretener al público de manera inteligente. MS1 me sorprendió por su franqueza, humor y buen hacer. No pretende más de lo que ofrece, pero tras un honesto trabajo se esconde un excelente conocimiento de los códigos del cine de acción, una escritura ingeniosa y un protagonista que se lo pasa tan bien como el espectador. Y se nota.Aunque, a primera vista, parezca un producto típicamente americano, MS1 es totalmente europea. Sus dos directores irlandeses, James Mather y Stephen St. Leger, llamaron la atención de Luc Besson con su cortometraje, Play Alone (disponible en Internet), que les propuso producir su primer largo. Rodada en Belgrado, montada en Francia y concebidos sus efectos especiales en Irlanda, es el producto cinematográfico europeo que intenta ocupar el espacio que las producciones de Hollywood han acaparado desde hace casi un siglo. Y, además, creo que lo logrará porque se lo merece.
La historia es tan previsible como el tiempo de Alaska en enero. Una lejana colonia penitenciaria del espacio (moda Prometeo obliga) acoge hibernados los 500 criminales más peligrosos de la tierra. Los hay de tres categorías: malos, muy malos y malísimos. En el futuro la delincuencia se conjuga con retraso mental, ninguno inventará la pólvora, seguro.
A esa prisión futurista acude la hija del presidente americano, rubísima ella y, por supuesto, inteligente y con inquietudes sociales. Rodeada por el peor equipo de seguridad del futuro, presente y pasado, evidentemente se ve envuelta en un motín y caerá prisionera de los reclusos, categoría malísimos, coeficiente intelectual negativo.
Menos mal que, desde la primera escena, el héroe que, todavía no sabemos que está implicado en una horrible conspiración (el espectador se lo imagina en 10 segundos crono) lo encarna Guy Pearce (uno de los actores que más me impresiona, todavía tengo en mente la sublime Mildred Pierce-2011- o la inquietante The Proposition -2009- de John Hillcoat).
El pobre va a recibir más bofetadas que un felpudo en época de limpieza primaveral, pero las recibe con tanto humor y elegancia que la sala se divierte tanto como en una retrospectiva de los hermanos Marx (bueno, un poquito menos, tampoco hay que exagerar).
Los directores respetan al público pero no dudan en utilizar, por momentos, la fina parodia y la ironía iconoclasta. La película contiene uno de los momentos de mayor brutalidad y violencia visual de los últimos tiempos, dado que el héroe para intentar salvar a la protagonista tendrá que recurrir a lo impensable: teñirla de moreno a ella, rubísima e hija del presidente de los USA (¿metáfora del creciente hispanismo en América?, sinceramente, no creo que la reflexión sea su objetivo).
Aún así contiene todo lo que se puede desear de un agradable film de entretenimiento: actores y decorados muy dignos que disfrutamos mientras seguimos sus peripecias, pero que no ocupan demasiado la actividad cerebral. A que nadie lograr adivinar de quién se enamora la chica al final…
Veo, compa Carlos, que te lo has tomado de la más sana forma en que cabe abordar un producto de este jaez: con muchiiiiiiiiiiiiísimo sentido del humor (me he reído mucho con algunos de tus gags, geniales…). Más vale así…
Un fuerte abrazo y buena semana.
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Gracias compa, me reí mucho y se agradece… Vuelvo de puente y veo que tengo un cierto retraso, mil perdones. Hasta muy pronto.
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No hay nada mejor que un cinéfilo que sepa apreciar cualquier obra, sea cual sea su índole.
Acabo de descubrir su blog, y ya me siento como en Tiffany’s…
Le tiendo la mano, es todo un placer.
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Querida Miss: el placer es mío. Opino lo mismo, es de buen cinéfico ser agradecido con todo lo que nos ofrece un momento de placer. Claro que, como usted, sé que frente al escaparate de Tiffany’s nada malo nos puede pasar y eso son palabras mayores. Acepto su mano con infinito placer y se la beso, sin siquiera rozar, los elegantes guantes de cabritilla que imagino lleva en estos momentos. Hasta muy pronto, my miss.
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