Una película iraní que comienza con una reproducción del cuadro de 1559, “Los proverbios flamencos” de Pieter Brueghel el Viejo, intriga al espectador pero hasta un cierto límite. Acostumbrado a la poderosa fuerza visual del cine iraní actual, la inteligencia de unos guiones que consiguen traspasar los resquicios de la tupida red de la censura, un absoluto dominio de la metáfora y unas interpretaciones que dejen boquiabierto, lo que sorprende al público es la continua pertinencia de su iconografía. Y que mejor ejemplo que este cuadro de la Edad Media, que aparecerá en dos ocasiones más, para ilustrar a la perfección el Irán de hoy: una estructura social sometida por completo a la religión en la que sus individuos se las arreglan, como pueden, para satisfacer sus necesidades y deseos vitales.
Habituados al ambiente urbano de la capital este film opta por situar la historia en un pueblo de provincias donde las tradiciones están aún más presentes. Kazem acaba de finalizar su servicio militar y regresa a su casa con la firme intención de casarse por fin con su prometida.
Para celebrar la unión su cuñada, viuda desde hace unos años, ha venido de Teherán para festejar tal acontecimiento. Por supuesto es inimaginable cualquier tipo de contacto, hasta una ingenua conservación en privado, entre los futuros esposos y aprovechándose de la excitación general de los preparativos, el joven Kazem intenta por todos los medios acercarse a su futura esposa. Pero ocurre lo imprevisible, su abuelo fallece, y el pobre tendrá que esperar al menos un año antes de poder casarse.
Partiendo de una ficción el magistral director, Reza Serkanian, aprovecha para adentrar su película en el campo del documental añadiendo, poco a poco, detalles de la vida actual iraní, los diferentes comportamientos ante las prohibiciones y las inteligentes maneras de saltárselas, evitando en lo posible los pecados contra los preceptos religiosos. La creatividad ante tal adversidad es tal que las escenas sobre el uso del alcohol son delirantes y divertidísimas.
La segunda parte de la película incrementa el lado documental y, el viaje de la familia a la ciudad para enterrar al abuelo, sirve como perfecta excusa para acentuar esta ficción en su aspecto etnológico. Sobre todo porque como uno de los personajes de la familia dice en un momento del film “para cada problema, el Islam propone una solución” (personalmente añadiría que el fundamentalismo religioso, de la creencia que sea, para cada solución ofrece varios problemas), aparece la posibilidad de una “boda efímera” (título del film), institución prevista para uniones breves con una duración determinada, un día, unas semanas, varios meses… que evita de esta manera la prohibición de toda relación sexual fuera de un unión legal. Sorprendente, ¿no?
Una película extraordinaria para conocer la realidad de Irán, repleta de sorpresas, unos actores increíbles, como siempre, Mahnaz Mohammadi, Javad Taheri Dariush o Asad Zadeh, y la transcripción perfecta de la epopeya diaria de un pueblo, alejada de los tópicos habituales.
Este film se comenzó a rodar en plena protesta contra las elecciones en 2009 y, en la presentación del film, el director comentó una anécdota que ilustra a la perfección el espíritu iraní. En medio de una manifestación, rodeado de policías, el director se da cuenta del riesgo de la situación y decide salir de la avenida principal para adentrarse en uno de las vacías callejuelas laterales. En un país es que está prohibido el contacto físico en público de dos personas de distintos sexo, Reza Serkanian percibe a dos jóvenes de la mano alejándose tranquilamente. La pareja sabía perfectamente que ese día toda la policía estaba ocupada en otro lugar. Una imagen que podría dar lugar a una buena historia en otra película: la capacidad de disfrutar, aunque sea sólo unos minutos, de la libertad en medio del caos.
La pinta del proyecto, compa Carlos, es excelente, sin duda alguna; siempre abrigo ciertas prevenciones respecto a las producciones provenientes de esos países “exóticos” que tan buenos resultados vienen obteniendo en los últimos años en los ámbitos festivaleros, dado que, al calor de esa tendencia, es inevitable que se cuelen, entre films de enorme valor, otros que no lo tienen tanto. Pero, en este caso, y a la vista de lo que expones en tu reseña, me queda claro que estamos ante una propuesta más que interesante.
Un fuerte abrazo y buen día.
P.S. no te puedes hacer una idea de la enorme alegría que me da verme en esa lista de enlaces de la derecha. Un honor y una responsabilidad, que te agradezco de corazón y a cuya altura espero estar con la “producción” de mi ciber-casa…
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Entiendo perfectamente tu reticencia a los productos «exóticos». Ya tuvimos los años «asiáticos» y, de repente, han comenzado a desaparecer de los festivales. Personalmente detesto las películas «de festival», ya me entiendes… me quedo con la única selección posible: las buenas películas sean del origen que sean. Hasta muy pronto, compa. Y por el enlace el mérito es sólo tuyo: la crítica de El juez y La muchacha del sendero son muy buenas. Abrazos.
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