por Carlos Loureda
Y seguimos con los temas principales del festival: la familia y el adulterio. El certamen ha propuesto a lo largo de su Sección Oficial todas las variantes del núcleo familiar. Quizás como refugio último de una agitada sociedad, plagada de incertidumbre sobre su futuro. El hogar, como barrera protectora frente a las agresiones exteriores que no impide, sin embargo, sufrir en carne propia las violencias internas que esta estructura crea, por el simple hecho de su existencia.
La Lola se va a Tijuana
Ver el film del hijo de Jacques Demy, Americano, es como estar en casa, en un universo conocido. De hecho, el director utiliza imágenes de su madre, Agnès Varda, para construir su relato. Mathieu Demy encarna al protagonista que viaja a EE.UU. por la reciente muerte de su madre, de la que su padre separó siendo un niño. En aquel país descubrirá la existencia de una misteriosa amiga de su madre, Lola, que trabaja en un tugurio en la frontera mexicana.
Arropado por Géraldine Chaplin, Chiara Mastroianni y Salma Hayek, el realizador describe esta aventura iniciática que le llevará a conocerse a sí mismo. Un viaje para el que no necesitaba el flamante Mustang del 66 que luce radiante en la película, con unas sencillas alforjas el resultado hubiera sido idéntico.
Si Flaubert afirmó “Emma Bovary soy yo”, nosotros confirmamos que “Arturo Ripstein es el cine”
Libremente inspirado de la más famosa novela de adulterio, el director mexicano se adentra en Las razones del corazón que, según Pascal, no entiende la razón. La desesperación frente a una pasión no correspondida y la frustración del universo claustrofóbico de un ama de casa, sublime Arcelia Ramírez, sirven como excusa para rodar, en un envolvente blanco y negro, la angustia vital que producen los roles impuestos, pero no deseados, y la insoportable soledad de una mujer que antepone su feminidad a su maternidad.
Eminentemente teatral, para incrementar el aislamiento de su protagonista, la película recuerda los momentos más inspirados de Ingmar Bergman, la complicidad femenina de los sueños de Fellini o el análisis quirúrgico de los sentimientos de Patrice Chéreau. Pero Arturo Ripstein añade su magistral toque personal con unas largas escenas que duran tanto como el dolor, una puesta en escena milimetrada y, en resumen, una brillante lección de cine. O sea, otra para el palmarés.
Y con estas dos películas se cierra la sección oficial de San Sebastián. Según parece los miembros del jurado han escogido el restaurante Mugaritz para deliberar. Por lo menos ya hemos acertado en algo porque, en uno de los artículos de esta intensa semana, le otorgamos a Andoni Luis Aduriz la Cocha de Oro del Horno del festival. Veremos cómo se nos da la quiniela. Publicación en la próxima entrega.