Vuelve la comedia italiana como nos gusta a todos, refrescante, irrespetuosa, cándida y maliciosa, al mismo tiempo. Un homenaje directo y sincero a las mejores películas de Dino Rosi y sus recreaciones del ansía de vivir y la alegría económica de posguerra. En esta ocasión la fábula comienza en 1971 en un pueblo de la costa, muy próximo en temperamento y estética a nuestras playas mediterráneas de los años del destape, y la elección de la Mamá del Verano, punto álgido y lleno de suspense de las actividades lúdicas organizadas en estos lares.
La mamá elegida es la exuberante Anna, interpretada por Micaela Ramazzotti, la esposa del director de la película, Paolo Virzi. Una mujer más exuberante que los colores de sus floreados vestidos o de sus bolsas de excelente plástico, que disfruta de la vida a mordiscos y se centra en el amor, como única y verdadera finalidad de la vida. Pero sin abandonar en ningún momento a sus hijos, con o sin premio a la Mejor Mamá del Verano, ella siempre ha sabido que lo conservará más allá del periodo estival, lo será durante toda su vida.
Desde el otro lado de la barrera, la de sus hijos, la situación se ve de distinta manera. Aceptarán las rocambolescas aventuras de su madre, las continuas mudanzas o los enredos sentimentales sin comprender demasiado, sin juzgar en exceso u oponiéndose por momentos a una anunciada catástrofe. Como buena italiana ha tenido la pareja, el niño y la niña, núcleo familiar equilibrado en su desequilibrada vida. La niña la apoyará siempre, el niño pondrá más reparos para acabar alejándose de ella.
Interpretados por algunos de los mejores actores italianos actuales, Claudia Pandolfi y Valério Mastandrea, la película cuenta con dos de los pesos pesados de la cinematografía italiana. La participación de una gloria nacional, Stefania Sandrelli, actriz que ha rodado con todos los mejores directores italianos, Bertolucci, Fellini o Scola, y la responsable del excepcional vestuario de la película, una verdadera gozada que parece tan real como si fuese de época, la genial Gabriella Pescucci, que obtuvo un Oscar por el trabajo en La edad de la inocencia (1993) y se encargó del vestuario en películas míticas como Érase una vez en América (1984) o El nombre de la rosa (1986).
Una película que arrasó en los Donatello (los Goyas italianos) y que bajo una sencilla apariencia de comedia de costumbres parece corroborar la tesis principal de los últimos directores italianos. Frente a una Italia creativa, optimista e ingenua, a pesar de sus defectos, representados por la Mamá del Verano 1971, se opone un malhumorado y agrio país, dormido o drogado, en perpetuo estado de dependencia, interpretado por el hijo mayor. Energía a raudales y un final feliz como un buen baño en la playa del verano de 2011.