La piel que habito, España 2011


De la última película de Almodóvar se ha dicho y se dirá de todo. En resumen, sus confesadas referencias a clásicos del cine como Les yeux sans visage (1960) de Georges Franju, Tristana (1970) de Luis Buñuel o su inspiración en el arte contemporáneo de Louise Bourgeois o Felix González-Torres. Un acabado perfecto, un tratamiento del color impecable o un magistral trabajo de escritura próximo a la técnica del recorte (el cut-up de William Burroughs) en un viaje de ida y vuelta entre los negros universos de la Tarántula de Thierry Jonquet y los rojos del propio autor, que bien hubiese merecido un premio en Cannes.

Pedro Almodóvar es el cineasta del cine visible que mejor trata los temas habituales del cine invisible. Si el cuerpo fue el centro del universo y campo de batalla de las últimas décadas del siglo pasado, la posmodernidad actual se interesa más por sus transgresiones, sus límites o sus agresiones, ya sean propias o ajenas. En un excelente libro, Cine e imaginarios sociales (2010), Gérard Imbert trata la cuestión de una manera apasionante. Y Pedro Almodóvar parece haber consagrado su película a las dos primeras partes de la citada obra: El cuerpo vacío, entre la ausencia y el exceso e Identidad y ambivalencia. Es inútil repetir lo que otros han expresado mucho mejor.

Sin embargo, quizás por el hecho de conocer de antemano la novela de Jonquet y su intriga central, mi mirada se concentró en un aspecto de la película que, en general, se ha olvidado: su pesimista y radical visión de la España de 2012.

Estamos en un futuro muy próximo y la sociedad que retrata la película se divide en dos grupos. El primero posee el poder de la posición y del dinero, ejerciéndolo por encima de todos y de todo, y si no es suficiente, utilizará sus innumerables influencias. Una clase minoritaria que, en el ámbito público, opera ilegalmente, investiga en su propio beneficio y no duda en cometer los más inimaginables crímenes porque sabe que no pasará nada. Nunca. Y en el dominio personal tampoco se impone la reflexión. Si hay que despedir a tres personas en el acto, se hará sin levantar siquiera una ceja. Si se comete un crimen y salpica la sangre, alguien limpiará las manchas.

Y enfrente de esta élite, que se alimenta a base de sobornos y mentiras, el otro grupo. Una inmensa mayoría que sirve de cobayas, de conejillos de indias, o en el peor de los casos, de ratas de laboratorio. Que asiste a las recepciones, protegidas por altos muros, si son introducidos por alguien del círculo y sólo para dar color y animar la fiesta. O que sobrevive imaginando que se puede transforman lo viejo en vintage.

En este futuro tan cercano el deseo ha desaparecido, ya no se duerme pegados unos contra otros y el amor ya sólo produce dolor. Ahora impera la ley de la posesión. Lo fundamental para el primer grupo es acumular, ya sea a un ser humano o a una obra maestra (y como esto es imposible, se copia en el mismo formato los grandes cuadros de los más prestigiosos museos). Borrar identidades, quemar el pasado, negar el futuro y ya veremos luego.

Tanto Almodóvar en el futuro, 2012, como De la Iglesia en Balada triste de trompeta, en el pasado, la guerra civil, muestran una España dividida e irreconciliable. Película más próxima al 15-M que al deseo. Almodóvar parece haber mostrado con su metáfora los defectos del país en el que vive, un lugar resquebrajado y herido, y que cuesta mirar de frente. Quizás, La piel que habito no sea lo parece a primera vista. El autor, con excelente criterio, ha conservado el título del film en el extranjero y todos sabemos que nuestro país es familiarmente conocido como la piel de toro.

Y en mitad de este triste panorama y de esta interesante película, aparece Buika. Sublime, majestuosa, con un vestido rojo sangre de herida abierta, cantando Necesito amor. Como todos. Y ante Buika, yo siempre me callo. Como no sé si es mejor poetisa que excelente cantante, les dejo con una estrofa de uno de sus poemas, Las tres que soy. Ella, como siempre, lo ha dicho mejor. Es inútil intentar mejorar lo perfecto.

Al fin y al cabo

no somos de ser,

somos de saber,

somos de sentir,

somos de poder y no querer,

somos de querer poder

y erguirnos vanidosos, titánicos.

Somos de temernos,

de ignorarnos.

De tener al corazón sometido

bombeando sólo hacia adentro.

4 comentarios

  1. Buf, compa Carlos, he leído mucho a estas alturas sobre la última de Almodóvar (que aún no he visto, y tengo muchas ganas de hacerlo…), pero no había tenido ocasión de encontrarme con una perspectiva de análisis tan particular como la que tú pergeñas con esa mirada «política» (que no sé si para la generalidad de la crítica habrá pasado inadvertida, o, en su defecto, ha preferido soslayar). Almodóvar, en su faceta de personaje público (no estrictamente como cineasta, que quizá no tanto), siempre se ha posicionado políticamente de una manera bastante explícita; ahora bien, no tengo muy claro si ese posicionamiento es bueno llevarlo de manera muy rotunda a la pantalla. Pero, sea como fuere, ésa es una determinación autoral tan libre como respetable, faltaría; y que no debe condicionar la apreciación técnica sobre las bondades (o no) del producto artístico. En fin… Un fuerte abrazo y buena semana

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    • Querido Manuel: no sé si un autor expresa directamente todas sus sensaciones o si, centrándose en un tema concreto, también aparecen otros aspectos que no había pensado tratar en un principio. En todo caso a mí se me ha quedado grabada con esa imagen de sociedad dividida. Espero, impaciente, tu reacción cuando la veas. Un fuerte abrazo, compa

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  2. Me encanto tu diseccion de la pelicula,Carlos,porque me parecio muy coherente(no esas pajas mentales que algunos criticos se hacen,jeje).Yo iba con temor a la pelicula,despues de la decepcion que fue para mi «Los abrazos rotos» y me encontre con un Almodovar diferente,pero con sus toques,claro pero arriesgado en realizar esta pelicula.
    Bien es cierto que hay momentos para mi terribles(Roberto Alamo,su personaje e interpretacion me parecen malisimos,porque entre otras cosas me recuerda al Paul Bazzo de «Kika») pero sobre todo,la parte central,con Jan Cornet,me parece de lo mejor de Almodovar en mucho tiempo.
    Creo,ademas que es de esas peliculas que ganan con varias visiones,asique yo volvere a verla.
    Un saludo

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    • Fernando: bingo. La parte de Jan Cornet es lo mejor de la película porque Almodóvar sabe contar de una manera maravillosa la duplicidad. Y, de nuevo, bingo porque Alamo me recuerda tanto como a ti Kika pero, seamos sinceros, en mucho peor. Abrazos.

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