Llega el momento de echar la vista atrás y retomar algunas de las películas que, por una razón u otra, no he podido abordar durante los últimos meses. Y entre éstas no podía faltar la ópera prima de un australiano, David Michôd, que ha conseguido unir crítica y público, en un trabajo que le ha llevado 9 años, y que es, sencilla y llanamente, una de las mejores películas del año 2010.
Presentado unánimemente por la prensa y la crítica como un brillante thriller de asesinos, personalmente creo que va mucho más allá. Animal Kingdom es la adaptación más sutil e inspirada del universo de Shakespeare: traiciones, poder, crímenes, familia, incestos intelectuales y pistolas reales, amor, venganza y frialdad. ¿Quién no ve aquí el compendio de las tragedias del dramaturgo inglés?
La época es lo de menos: los años 80, con sus excesos, sus camisas a cuadros, pantalones de pata de elefante y un ambiente en el aire de “consigue la mayor cantidad de dinero en el menor tiempo posible”. El lugar da igual: Melbourne como un paraíso en el que atracar un banco en su tiempo era una profesión como otra cualquiera. La estructura indiferente a este sueño shakesperiano: la familia que atraca unida, permanece unida.
Un director con un talento increíble para unir escenas, crear ambientes, construir personajes y sorprender al espectador, rodeado de un equipo de actores de ensueño. El protagonista por primera vez en la pantalla, James Frecheville, fue elegido entre 500 aspirantes procedentes de toda Australia, encarna a este adolescente que, tras la muerte de su madre (impresionante primera escena de la película por la crueldad de la actitud del protagonista) se va a vivir con sus primos. Guy Pearce, el inevitable inspector de policía, que podría ser un sustituto de la figura del padre que el protagonista jamás ha llegado a conocer pero que se limita a realizar su trabajo sin reflejar ningún tipo de emoción.
Y, por encima de todos, la alucinante Jacki Weaver. Pocas veces la pantalla ha mostrado una madre de familia tan animal, dispuesta a proteger con uñas y dientes al conjunto de su camada, bestial si alguien trata de rozar siquiera a sus “inocentes” cachorros.
Un peliculón que arrasó en los festivales, Sundance incluido, y que nos impide para siempre volver a quejarnos de nuestra familia. Comparadas con la de Animal Kingdom todas se parecen a la de La casa de la pradera.