El quinto film de Rafi Pitts podría calificarse de verdadero milagro dada las innumerables pruebas que ha debido superar para realizarse, llegando incluso a participar en la competición oficial de la Berlinale 2010. Desde las elecciones de 2009 la industria cinematográfica se está desmantelando a marchas forzadas y la censura se ha desarrollado hasta alcanzar límites insospechados en este país, Irán, que ostenta a nivel internacional el triste récord de segundo puesto en número de ejecuciones de pena de muerte (388 en 2009), después de China (varios miles). La coincidencia en el tiempo de la solicitud de rodar la película con las manifestaciones, que se produjeron después de las elecciones de 2009, permitieron al director obtener la esperada autorización, tras seis meses de espera. Al ver la película todavía no podemos explicarnos cómo la censura iraní permitió un guión tan crítico, osado y devastador con el régimen actual del país.
El primer día del rodaje el director se encontró sin el actor que debía protagonizar la película y decidió encarnar él mismo la historia de este vigilante de noche, recién salido de la cárcel, que intenta conciliar sus horarios de trabajo con la vida familiar de su esposa y de su hija. Este será el primer movimiento, el del amor, de los tres que componen la película.
Pero una mañana, al regresar del trabajo, encuentra su casa vacía. Su familia ha desaparecido en medio de las revueltas de 2009 y comienzan las dudas e inquietudes. Y, por último, llega el momento de la rabia que anuncia el título de la película y el protagonista se convierte en cazador de un enemigo invisible, en este original film que se aproxima, por momentos, al género del western.
El director y actor de la película contaba con la mejor escuela de interpretación que se pueda imaginar para un tema como el que trata. En el rodaje había un censor permanente para controlar que no se añadiese ni una palabra al guión aprobado y a Rafa Pitts le bastaba con mirarle para encontrar de inmediato la inspiración.
Un film parco en diálogo en el que director utiliza los sonidos con una espectacular inteligencia. Inspirado por Bresson que afirmaba que “un sonido evoca una imagen, una imagen jamás evoca un sonido”, Rafi Pitts acumula efectos sonoros que dicen más que muchos discursos y que poseen la virtud de pasar desapercibidos en un guión, pero no en el film. Ruidos desplazados, acciones sugeridas, película conseguida. Silencio.