Raras son las ocasiones en que salimos del cine con la impresión de haber visto una verdadera obra de arte. La falta de perspectiva, entre otros elementos, suele impedir calificar a una película de tal. En este caso, dos mediometrajes creados por los Estudios de Arte de Shanghai, en 1963 y 1982, y unidos para alcanzar una duración más acorde con su explotación comercial, reúnen todas las condiciones de obra maestra.
El establecimiento del régimen comunista chino en 1949 obliga a toda creación artística, y en especial al cine, a desarrollar un objetivo de concienciación política o de instrucción pública de los valores oficiales. El pintor Te Wei será el encargado del cine de animación chino desde entonces hasta 1985. En 1957 los departamentos de cine de animación de los Estudios Cinematográficos de Shanghai se dividen para crear una entidad independiente, los Estudios de Arte. Te Wei, animado por el éxito de su decisión de llevar a la pantalla el universo de pintores de la época, decide rodar en 1963 La flauta del vaquero (The Cowherds’s flute), adaptando al cine los paisajes de LI Keran. El momento elegido no puede ser peor y la Revolución cultural retira la película, que no se ha vuelto a ver hasta mediados de los años 80.
Pinturas de los fondos con tintas chinas, coloreadas a mano, y personajes creados miles de veces para poder animarlos con una solución de continuidad que no permite ningún salto en la imagen. Un universo alucinante, una narración visual, sin necesidad de diálogos, y una escena que parece un anticipo de Tío Boonnme… de Weerasethakul. No es de extrañar que la historia de este vaquero que se deja llevar por sus ensoñaciones, en lugar de cuidar del ganado, no hiciera ninguna gracia al aparato de censura de la Revolución cultural.
El otro mediometraje que precede a esta joya del cine de animación es El cascabel del ciervo (1982) de Tang Cheng y Wu Qiang. Estéticamente perfecta, con sus contornos de los personajes difuminados y tan alejados de los cánones habituales, cuenta la historia de un joven cervatillo acogido por unos campesinos tras perder a su familia.
La influencia de la escuela china en la historia de la animación es tan importante que basta recordar que uno de los primeros largometrajes del mundo de este tipo de cine fue Princess Iron Fan (1941) de los hermanos Wan, tras Blancanieves (1937), Fantasía (1940) y Pinocho (1940) de los estudios Disney, y Los viajes de Gulliver (1939) de los, también, hermanos Fleischer. Te Wei, el genial padre de la animación china, falleció en febrero del año pasado, a la edad de 95 años, y su homenaje preferido hubiese sido que sus películas sigan siendo vistas.
Este si que es cine realmente invisible… incluso en su propio país. ¡Terrible!
Prometo verla en cuanto pueda. Siendo animación tengo una doble razón.
Gracias.
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Querido Carlos: me imaginaba que iba a despertar todo tu interés. Una verdadera joya, esta flauta. Unos planos que juegan con el espacio y una continuidad que, vista la técnica, todavía no me explico. Seguro que tú podrás explicarme cómo se ha realizado. Espero ansioso tu visión para compartir impresiones. Una pista: buscando por su título en inglés se puede localizar fácilmente. Hasta pronto, amigo
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